La soberbia y la prepotencia casi siempre suelen ser malas consejeras, aunque la ambición no tiene por qué estar reñida con la humildad. Se pueden, y se deben, poner siempre los máximos objetivos sin que para ello sea necesario creerte más que nadie. Porque luego, y estamos hablando de fútbol, la pelota pone a cada uno en su sitio y cuando te pegas el batacazo cuesta más asumirlo.
Podría ser perfectamente la historia reciente del Marbella FC, donde da la sensación de que todavía no han asimilado descender dos categorías y bajar hasta los infiernos de la nueva 3ª RFEF.
Hasta el momento, y ya no creo que ocurra, no ha habido ni siquiera un mínimo acto de contrición, al menos de forma pública, quizá el primer paso para asumir el descalabro y llevarlo mejor.
Se ha optado por un desesperante silencio. Han pasado más de 40 días desde que se confirmara la catástrofe y nadie ha dado la cara, que tampoco vamos a esperar ya que lo hagan.
Pero, si ya no del pasado, deberían hablar del futuro, sobre todo por respeto a una afición que está más alejada que nunca del equipo de su corazón.
El primer objetivo que debería marcarse quien esté ahora mismo al frente de la entidad, que tampoco sabemos a ciencia cierta quién es, tendría que ser reconciliarse con los aficionados, porque sin ellos el club no tiene mucho sentido.
Sin embargo, los seguidores blanquillos solo están recibiendo el desprecio más absoluto por parte de los rectores del club, algo que no merecen por su fidelidad demostrada durante años.
El Marbella FC se ha convertido en un club fantasma: no tiene estadio, ni sede, ni jugadores, ni siquiera afición, porque la han maltratado hasta límites inadmisibles y ahora tendrán que recuperarla.
La entidad, acostumbrada a vivir situaciones complicadas a lo largo de su historia, quizá está en su momento más crítico, justo cuando se creía que con los nuevos gestores todo iría a mejor.
Quiero pensar que en Madrid alguien está trabajando para la próxima temporada y que hasta este momento se ha hecho algo más que renovar a Abraham García como entrenador.
Una decisión discutible desde el punto de vista de que vino al Marbella para salvar al equipo en ocho jornadas y no lo consiguió, pero asumible porque es un técnico de la categoría, que conoce el fútbol a este nivel.
Pero más allá de que se pueda estar gestionando, y de que se haga al ritmo que consideren oportuno, hay que transmitir algo de esperanza (no venderle rollos) a la afición. La reconciliación es necesaria, pero debe empezar desde la entidad.
El club siempre apostó en esta etapa por un fuerte aparato de propaganda, principalmente a través de las redes sociales. Pues es hora de volver a utilizarlo, no de la misma forma, sino reconectando con la realidad.
Para que no siga languideciendo, para que no exista la sensación de que no hay nadie al mando o de que el Marbella FC está dejado de la mano de Dios, que es ahora mismo lo que parece y ojalá no sea la realidad.
Establecer como página de inicio
Añadir a favoritos
