Y seguimos a vueltas con el coronavirus en el verano de Marbella. La estampa es ya diaria con largas colas en las clínicas de la ciudad para realizarse una prueba PCR o de antígenos. Eso para los que se la pueden pagar, el resto colapsa las urgencias del Hospital Costa del Sol. Mientras tanto, bares y restaurantes llenos cada día. ¿Economía o salud? Esa es la cuestión.
Aunque, realmente, no debería ser una elección entre una u otra, sino hacer compatibles ambas. Pero resulta evidente que, desde el Ayuntamiento de Marbella y la Junta, las administraciones más cercanas, se ha optado por la economía.
La alcaldesa
Ángeles Muñoz, que presume de ser médica y que, incluso, nos vendió que había sido voluntaria en el hospital, ha optado por el 'método Ayuso', mirar para otro lado ante la escalada de contagios y manipular los datos para que parezca que no hay ningún problema.
Lleva semanas la regidora insistiendo en el
concepto de "población real" para calcular la incidencia acumulada por Covid-19, algo que no se hace en ningún sitio, pero ella quiere que se aplique en Marbella.
Es simplemente
una estupidez que solo sus correligionarios le compran, porque ni siquiera la Junta de Andalucía le ha hecho caso, obviamente.
Es cierto que la población de Marbella se multiplica en verano, pero ello también aumenta el riesgo ya que los
servicios sanitarios son los mismos de siempre.
Tenemos, según dice Muñoz, una población de
400.000 habitantes, una estimación, que no un dato real, que sale contando la basura recogida y el consumo de agua, todo muy científico.
Pero ante ese aumento, el Hospital Costa del Sol es el de siempre, además para toda la comarca, donde también sube la población, y no hay cambios en la atención primaria.
El nuevo
centro de salud de San Pedro Alcántara sigue sin terminarse, entre mentiras y más mentiras del PP, mientras arrecia la quinta ola de la pandemia.
Parece evidente que habría que tener todo esto también en cuenta a la hora de ponderar el impacto que puede estar teniendo la Covid-19 en Marbella.
En Italia van a dejar de comunicar los contagios y a guiarse por otros indicadores como la ocupación hospitalaria y de camas UCI. Parece más lógico, pero aquí no nos interesa, también saldríamos perdiendo, con el
hospital saturado como
publicamos ayer.
Ante esta situación, la alcaldesa
opta por la propaganda, lo que ha hecho desde que se inició la pandemia, y poco más, porque ni siquiera se ocupa de
controlar los botellones, un foco importante de contagio entre la juventud.
El verano pasado se vigilaba, o al menos eso decían, la afluencia a las playas, este año ni eso. Libertad.
Y la
Junta de Andalucía, administración que tiene las competencias en materia de sanidad, ¿qué hace? Pues más o menos lo mismo.
Por un lado, manejar los datos para que, justo el día que se va a tomar la decisión, la
incidencia baje de 1.000 casos y no haya que solicitar el toque de queda. Lo han hecho con descaro absoluto, sin pudor alguno.
Por otro,
los rastreadores en Andalucía son como las meigas en Galicia, haberlos haylos, pero nadie los ha visto. No hay ningún control sobre los contactos de cada positivo. Así es imposible.
Lo de las
nuevas restricciones de aforo da la risa, porque nadie lo cumple. En nivel 3 de alerta, como está Marbella, la ocupación en mesas exteriores no puede exceder de seis personas. Basta darse una vuelta para ver grupos mayores en cualquier establecimiento.
El descontrol es máximo, pero siempre se puede
pedir el comodín de echarle la culpa a Pedro Sánchez y todo listo.
La próxima semana veremos cómo vuelven a rebajar los datos de la incidencia para seguir evitando tomar medidas, a tiempo que la sanidad se desborda, pero los restaurantes se llenan. No hay término medio.
Como dijo el nefasto Juanma Moreno,
al virus le gusta la fiesta, pues de fiesta sigue por Marbella mientras él no hace nada.
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