Los malos no somos los que denunciamos la corrupción

04/06/2023
Denunciar la corrupción y estar en contra de cualquiera de sus formas no puede ser nunca malo, pero en Marbella, desde hace muchos años, demasiados, parece que sí y todavía se penaliza a quien alza la voz frente que quien desvía su comportamiento. Al corrupto le gusta que no se le denuncie y trata de callar la discrepancia, con dinero o con insultos, presiones y amenazas.  

Tras las elecciones locales del pasado domingo, en Marbella se han vivido -aún continúan- días de insultos a políticos de la oposición y a periodistas, bueno, básicamente a mí.

Son las formas del gilismo, en su versión de guante blanco, el neogilismo, y una parte del precio que hay que pagar por denunciar la corrupción. Ya ocurrió, lo recordaría bien el bueno de Andrés Cuevas, y sigue pasando.

Hay quien piensa que ganar las elecciones, que los ciudadanos te respalden, ya te permite hacer lo que te dé la gana y lo tapa todo. El GIL consiguió cuatro mayorías absolutas en Marbella, las mismas que acumula ya el PP con Ángeles Muñoz

Ni aunque hubieran sacado ahora los 27 concejales de la Corporación, podríamos olvidar todos los escándalos en los que se ha visto envuelta la regidora, como tampoco se pudieron olvidar los del GIL.

El triunfo en las urnas es incontestable a nivel numérico, ya que, aunque la mayoría absoluta está raspadísima, la alcaldesa podría haber seguido adelante pactando con OSP, que lo habría hecho sin vacilación.

No se ha producido un rechazo contundente, ya no solo a sus vínculos con el narcotráfico y el blanqueo, las dudas sobre su patrimonio millonario o la corrupción, sino que tampoco se ha votado contra su gestión que, tras 14 años, presenta un balance desolador, pero avalado por la ciudadanía.

Porque esto no va solo de escándalos. Es que Muñoz ha tardado 16 años en hacer una biblioteca en Marbella, por poner un ejemplo, o seguimos sin instalaciones deportivas mientras se pagan obras a la Junta de Andalucía y se dispara la deuda del Ayuntamiento.

Es evidente que a la mayor parte de los vecinos y vecinas todo esto le da igual. Y no me vale que no haya alternativa. Había ocho candidaturas más, ¿ninguna sirve?

Y si a toda esa falta de gestión, bien disimulada, eso sí, con propaganda y noticias en medios de comunicación regados con publicidad, le añadimos los escándalos, el cóctel es difícil de digerir, pese a la mayoría absoluta.



Fue la Policía, no algunos periodistas, pocos, quien habló de "indicios de corrupción" en el Ayuntamiento de Marbella. Nadie se lo inventó. 

En julio de 2019, los agentes escribían lo siguiente en un informe que enviaron a la Audiencia Nacional: "Dados los hallazgos resultantes de la intervención del teléfono de Joakim Broberg (presunto cabecilla narco e hijastro de la alcaldesa), se solicita que se amplíe la investigación a los delitos de cohecho, prevaricación y tráfico de influencias”.

No es ninguna fantasía, consta en el sumario de la trama sueca, al igual que otro informe en el que los investigadores explicaban que el hijastro de la alcaldesa "trataba al Ayuntamiento de Marbella como si fuera propio".

Contar esto a la ciudadanía, denunciar al político corrupto, o que los jueces no hicieran nada, no puede ser el malo, pero así se le intenta mostrar otra vez a la gente de Marbella.

Y, lo mismo ocurre, con algunos partidos políticos. Se da la tremenda circunstancia de que los que han sido más contundentes en este asunto, PSOE y la confluencia Unidas con Podemos, han salido escaldados de la cita con las urnas.

Los dos pedían el voto por la decencia y contra las mafias, pero han sido vapuleados por la ciudadanía. Es demoledor. No pueden ser los villanos de esta película, cada vez más de ciencia ficción.

Incluso, en los últimos días, se han redoblado las voces pidiendo la dimisión del socialista José Bernal entre los mismos que nunca se la pidieron a Ángeles Muñoz cuando la escuchamos acordar una reunión con un presunto narcotraficante o cuando se negó a aclarar su patrimonio en el Pleno y en el Senado.

A ella se le perdona todo, a los demás, nada. Es un mundo al revés en el que el corrupto es el bueno y quien lo denuncia es el malo, y hasta se le acusa de difamar y acosar.

Los partidos de izquierdas deben hacer autocrítica, es evidente, y bueno siempre, pero nunca por haber alzado la voz contra lo que ha ocurrido en estos últimos años en el Ayuntamiento, que está recogido en un sumario judicial.

Después de ocho meses de noticias muy negativas para Marbella, Ángeles Muñoz ha resurgido como el ave Fénix y vuelve a vivir momentos de gloria cuando más complicado lo tenía. Inaudito, aunque tampoco sorprende tanto.

Estuvo contra las cuerdas en noviembre, los escándalos la tenían cercada, pero se aferró a su dominio de la ciudad, tocando los mismos resortes que el GIL, para aguantar hasta las elecciones y volver a ganarlas por mayoría absoluta.

Ella sabía que podía hacerlo, daba igual lo que saliera en unos pocos medios, porque al resto, la mayoría, les impuso la omertá.

Tras la victoria del PP, para muchos era fácil escuchar en nuestra cabeza la voz de Joakim Broberg diciendo en sueco, ahora cuatro años después, aquello de "tenemos Marbella y toda la jodida Andalucía" ("otra vez", habría añadido, con alguna risotada).

De todo esto, me quedo con que una parte del periodismo cumplió su función. Gracias a elDiario.es y a La Sexta hemos podido conocer todos los asuntos turbios que, de otra manera, habrían quedado, una vez más tapados, como le gustaría a sus protagonistas.

La corrupción hay que denunciarla y quien lo hace no puede ser el que esté equivocado. Marbella es de tod@s.

No, los malos no somos nosotros.
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