Marbella ha vivido esta semana un auténtico terremoto político, como no se recordaba quizá desde los años 90, y que es muy probable que tenga réplicas que, incluso, puedan ser superiores. El tsunami amenaza con llevarse por delante a la alcaldesa, Ángeles Muñoz, solo puede ser cuestión de tiempo pero, sobre todo, deja de nuevo muy dañada la imagen la ciudad.
Quizá debamos empezar por aclarar el titular de este artículo: "Los narcotraficantes quieren que gobierne el PP". La frase no es mía, aunque podría suscribirla.
La dijo, durante una entrevista en la Cadena SER en 2013, el
narco arrepentido Manuel Fernández Padín, que fue testigo protegido en la operación Nécora contra el narcotráfico en Galicia.
Y se viene a la memoria tras escuchar los
pinchazos telefónicos de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) al hijastro de la alcaldesa de Marbella, Joakim Broberg.
Ya para la
historia negra de Marbella quedará aquello de "ahora tenemos la Junta de Andalucía, tenemos Marbella, tenemos Estepona. Tenemos todo. La ciudad es nuestra, básicamente tenemos toda la jodida Andalucía".
Esto lo dijo Joakim, según consta en el
sumario de la causa,
el 29 de mayo de 2019, tres días después de las elecciones municipales en las que Ángeles Muñoz logró una
ajustadísima mayoría absoluta para ser alcaldesa en solitario.
Y la memoria también reaparece, es inevitable,
aquella moción de censura de 2017 que permitió al PP recuperar la alcaldía tras la traición de OSP, ¿quién sabe a cambio de qué y de dónde?, al gobierno tripartito que formaban con PSOE e IU.
Los hechos son claros, se quitó como
alcalde al socialista José Bernal, se volvió a poner a Ángeles Muñoz, que dos años después recuperó la mayoría absoluta que perdió en 2015, y tres días después unos presuntos narcotraficantes lo celebraron.
De todo lo que hemos conocido estos últimos días, quizá esto sea
lo más escandaloso, porque va más allá de una trama por tráfico de drogas y blanqueo y abre la puerta a que se pueda, se deba, investigar si ha existido corrupción política.
El asunto se enturbia aún más cuando se ha conocido el
audio del comisario Villarejo, máximo representante de las 'cloacas del Estado' durante el Gobierno de Rajoy.
El
22 de agosto de 2014 mantuvo en Marbella una conversación con el número 2 de Interior, el secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez, según ha publicado "elDiario.es".
Ese día, Villarejo advirtió al miembro del Gobierno de que las "movidas" de la familia de la alcaldesa podían suponer un problema electoral.
"Pegan uno palos de la hostia", dice el comisario respecto
al marido e hijastro de Muñoz, en
otra frase que se añadirá a la historia negra de Marbella.
Esas supuestas mordidas o comisiones, según este audio, ¿se les acabaron un año después cuando
el PP perdió la alcaldía?
¿El problema era que con
José Bernal como alcalde ya no podían dar esos presuntos palos? ¿Por eso hubo que hacer una moción de censura?
Son muchas preguntas y
muchas incógnitas las que han surgido esta semana a raíz de las informaciones que se han conocido.
El marido de la alcaldesa está procesado por los presuntos delitos de pertenencia a
organización criminal y blanqueo de dinero procedente de las drogas.
Su hijo, de un matrimonio anterior, debe afrontar también la acusación por esos dos mismos delitos, más un tercero:
tráfico de drogas.
Ahora mismo resulta evidente que personas muy cercanas a la alcaldesa están
implicadas en asuntos muy graves y que también hay algunos vínculos con el Ayuntamiento de Marbella.
Pero, más allá de eso, y como sugiere la UDEF en uno de sus informes, resulta a estas alturas más que obvia la necesidad de
ampliar la investigación a las conexiones políticas y a una presunta trama de corrupción. ¿Marbella ha vuelto a los 90?