El fallecimiento de Julián Muñoz ha devuelto a la actualidad la época más oscura de Marbella y nos ha golpeado de nuevo con aquella etapa corrupta. El recuerdo invita a un recomendable ejercicio de comparar con la situación actual, 20 años después del paso de 'Cachuli' por la alcaldía. Y la conclusión, ya la anticipo: qué poco hemos cambido.
Para muchos, el gilismo, que supuestamente terminó en 2006 con la Operación Malaya, dio paso a algo parecido, no tan burdo, que se alarga hasta hoy en el tiempo.
El término neogilismo se acuñó ya hace años para definir la proximidad de lo actual a lo antiguo, con sus matices, está claro.
En 2007, tras el primer triunfo de Ángeles Muñoz, un miembro de la gestora me explicó que la nueva regidora había tocado los mismos resortes que Gil.
Era aquella también una etapa de todo tipo de promesas directas a la ciudadanía, que la mayor parte no se cumplieron, pese a lo cual después siguió ganando elecciones.
El voto clientelar sigue presentándose como una de las claves, ya 17 años después de aquel régimen. Continúa viva la ilusión por que "te metan en el Ayuntamiento" y haciéndose realidad para muchos.
La plantilla no para de engordar en un municipio bloqueado en el que un 60% del presupuesto se va para pagar nóminas. Pero poco importa, como entonces, porque eso es garantía de continuidad.
Todo ello, mientras se gasta una millonada en contratar empresas para privatizar servicios, en una situación que lastra el progreso, pero eso poco importa.
Ahora ya no se saquean las arcas municipales, faltaría más, a través de aquellas sociedades que creó Gil con secuaces como José Luis Sierra.
Pero resulta evidente que los intereses privados siguen prevaleciendo sobre los generales en la Marbella de 2024, como en la de 2003, de manera distinta, pero parecida.
Trozos del municipio que se quisieron regalar porque intereses familiares o proyectos de rascacielos para empresarios afines, por poner dos ejemplos.
Y más cercanos en el tiempo, carreteras que se arreglan con dinero público para una urbanización de lujo o edificios de dudoso origen que se quieren comprar para resolver problemas a compañeros de partido.
Todo muy parecido, menos casposo, con el 'glamour' de Lady Chanel, y con otro elemento coincidente, siempre el aval cómplice en las urnas de la mayoría de la ciudadanía.
Lo decía hace unos días Israel Olivera en su artículo en Marbella24horas. Tiene que haber consentimiento y aquiescencia, y la hay, tanto en el gilismo como en el neogilismo.
El colmo se ha alcanzado cuando, en las pasadas municipales de 2023, no solo se ratificó a un régimen bajo la sombra del narcotráfico y el blanqueo, sino que se eligió a una concejala gilista.
Estos días la veíamos en el célebre vídeo en el que Julián y la Pantoja decían a los periodistas "dientes, dientes". A la derecha de la imagen camina junto a ellos Yolanda Marín, hoy concejala de Fiestas.
Es evidente que poco hemos cambiado, aunque, eso sí, alguna diferencia importante hay y te la explica mucha gente por la calle: "Gil por lo menos hacía cosas". Ahora, ni eso.