Ardillas

Desconozco lo que ustedes pueden pensar, pero a mi, en principio, las ardillas me parecen unos animales simpáticos. De cuerpo pequeño, inquietas, traviesas, curiosas, rápidas. En seguida nos llaman la atención una vez que podemos verlas en parques y bosques, aunque de forma rápida trepen por las ramas de los árboles huyendo de nuestra presencia.

Pero, no lo olvidemos: son roedores. Con unos incisivos muy afilados pueden roer la madera, hacer brecha en el endocarpio endurecido de algunas semillas e incluso defenderse de otros depredadores. Su simpatía puede convertirse también en peligro, sobre todo cuando se enfadan. Además de inquietas, son ruidosas. Chillan, corretean, llaman la atención y pueden llegar a morderte si están de mal humor.

Es raro, pero sí. Atacan a los humanos. Como animales territoriales, acercarse demasiado puede desencadenar en un comportamiento defensivo. Está claro. Hay que mantener siempre una prudencial distancia sobre ellas.

Transmiten enfermedades, tanto a otros animales domésticos y silvestres como al hombre. Como animales muy inteligentes que son sienten la necesidad de salir, entretenerse y explorar sitios nuevos. Curiosidad innata. Son ágiles en el cambio. Es, gracias a su cola, lo que les permite hacer equilibrio entre las ramas.

Dicen que una cualidad de ellas es que, aunque no vuelan, planean en el cielo. Abren sus patas y se deslizan de árbol en árbol aportando importantes beneficios para el hombre: dispersan las semillas en el ecosistema. Si llega una ardilla a tu casa ¡cuidado! hay que estar precavido. Ellas dirán que se avecina un cambio pero nosotros deberemos seguir buscando el equilibrio y no centrarnos en la deshumanización. Los expertos sugieren -y yo que no lo soy- que no aceptes adoptar ninguna ardilla en tu casa.

A Alvise Pérez, el ”jefe” de todas las ardillas -y que llegaron a ser unas 800.000-, “Se le Acabó La Fiesta, y aquí el “le” es importante. Lo aventuré nada más conseguir su acta de europarlamentario. Es más, dije que ahora comenzaba su fiesta particular pero que poco creía que iba a durar.

Jugar a ser engañabobos, trilero, populista y ultra de manual, jeta por doquier, presunto estafador y corruptor -tras confesar públicamente que recibió 100.000 euros de forma ilegal y transgrediendo la ley electoral- hace que ¡por fin! algunos de sus votantes, donantes y seguidores abran los ojos a la realidad. Quisiera volver a la idea que de niño tenía de una ardilla. Ese animal simpático, curioso y veloz. Quiero suponer que sus cada vez menos seguidores puedan estar en el mismo camino. Por el bien de nuestra naturaleza.