Muchos de nosotros tenemos gran experiencia sobre este asunto. Me refiero al del título del artículo. Pero, no se crean. Después somos de los que no lo llevamos a cabo. Va en nuestra propia idiosincrasia. En nuestra educación. Muy poco dada a lo oriental. O lo que es lo mismo: si te dicen que está prohibido, pues por llevar la contraria, se hace.
El pasado lunes el Gobierno de España, por medio de Protección Civil y Emergencias, comenzó a realizar pruebas sobre un nuevo sistema de avisos que han bautizado con el nombre de ES-Alert. Ciertas zonas de Andalucía, Asturias y Canarias fueron las primeras en que los ciudadanos recibían en su móvil un mensaje de emergencia de Protección Civil, independientemente de si tu dispositivo tenía cobertura o incluso acceso a internet. Para que luego digan, como la zarzuela, que la ciencia no avanza una barbaridad.
Esto no es nuevo en países como Reino Unido, Islandia, Suecia, Noruega, Grecia y Países Bajos, que ya lo tienen implantado. Aquí, las pruebas continuarán por el resto de la geografía española hasta mediados de noviembre. Así que, queriendo este artículo ser colaborador o colaboracionista, aunque suene esto último más feo, ya tienen ustedes un primer aviso.
Lo que tengo mis dudas es de si colaboraremos de verdad. Si no nos lo tomaremos a guasa. Que aquí ya se sabe somos mucho de guasa. Y es que, más allá de llevar la contraria a cualquier cosa que diga el Gobierno, estamos todos de avisos, alertas y alarmas hasta … ahí.
Suena el teléfono, con un pitido, señal y sonido para darnos el aviso de nuestra cita. Suena muchas veces más el teléfono para que, una vez descolgado, una señorita o señorito nos comunique una alarma: señor, está usted consumiendo mucho por su compañía y nosotros se lo ponemos más barato. El ordenador te avisa de un virus; la pantalla de la sala de espera de tu consulta te anuncia tu número: te toca; el panel del aeropuerto de la puerta de salida de tu vuelo; en el pasado, muy pasado, un soniquete y canción que decía: “vamos a la cama que hay que descansar, para que mañana podamos madrugar…” alertaba a los padres de los peques que ya eran las nueve de la noche.
Seguimos recibiendo avisos de Hacienda, del Juzgado y del que te quiere amargar la vida. Los recibes por burofax. Nada bueno seguro. Cada día, el hombre y también la mujer del tiempo, te avisa que va a llover, que va a hacer calor, que va a hacer frío. Tú se asustas. Te alarmas sin sentido. Al día siguiente ves que no pasó. Acudes a la clínica. Estás a punto de dar a luz, pero eres primeriza. Falsa alarma. Habrá que esperar a otro nuevo aviso.
Te avisan de la compañía eléctrica, de la del gas o de la comunidad. Te avisan del banco. Su recibo ha sido devuelto. Avisos que son alarmas de por sí. La hipoteca es una alarma. También una emergencia. Avisos de llamadas de atención laboral; de amonestación, de despido.
La prensa y los medios de comunicación nos avisan y alarman todos los días. No perdonan ni uno solo. La emergencia climática; la alarma sobre los efectos de la guerra; el aviso desnortado de un Putin incontrolado.
Aviso a navegantes. Aunque la idea me parece muy buena se me hace difícil pensar que todo esto vaya a calar en la población. Estamos pero que muy hartos de tantos avisos y alarmas. Así que, al tiempo. A finales de mayo, elecciones municipales. De ti depende que la alarma no se convierta en emergencia. Quien avisa no es traidor.