Hoy he recibido un mensaje cuyo texto presuntamente se le atribuye a un reconocido escritor, académico y antiguo corresponsal de guerra. De guerra de las de verdad, no de las de ahora, como a él mismo le he escuchado. Y cuando se refiere a las de verdad no es por la guerra sino más bien por el corresponsal. Que no hay que confundir, pues todas las guerras son de verdad.
En el extenso texto se hace repetitiva la expresión “indecentes”. He estado por utilizarla como título de este artículo, pero pudiera que alguien se diese por aludido y mis lectores son todo lo contrario. Creo yo. “Bien sure”, que dirían los franceses. El hecho es que, en la misiva que seguro estará transmitiéndose tan rápida como la lava que emana el volcán de La Palma, el punto de mira está puesto en el Gobierno. También, de forma generalizada, en los políticos. Nada nuevo. En las cadenas, que también en las guerras.
Que si hay que hacer un plan para que la banca devuelva al erario público los miles de millones de euros “prestados”. Que si hay que poner coto a los desmanes de las empresas de telefonía y ADSL (se nota que la misiva tiene sus años). Que si todos los corruptos, y los de sus partidos también, deben devolver el dinero equivalente a los perjuicios causados. Que indecente es la comparativa del salario mínimo con el de un diputado o senador. Y así, sentencia a sentencia, denuncia a denuncia, se finaliza con un “haz que esto llegue al Congreso a través de tus amigos. Reenvíalo”. Y se añade: “Esta sí debería ser una de esas cadenas que no se deben romper…”. Y, como remate ya denunciado y para dar mas verosimilitud, se dice estar firmado con el nombre y apellidos de quien más arriba he tratado de identificar.
A uno le puede entrar remordimiento de conciencia cuando recibe una de estas cadenas. Es muy seguro que yo mismo, consciente o no, forme parte de una cualquiera de ellas al enlazarme con otros por un justo motivo determinado. Recibida la información, mi eslabón la transmite al siguiente. Sin embargo, por desgracia, esta sucesión continuada; este proceso de fabricación que debiera hacernos más solidos en nuestras convicciones y actos solo sirve para nuestro adorno personal.
En ocasiones siento que me encuentro ante una cadena perpetua; subiendo y bajando peldaños como en cualquier cadena montañosa; sin encontrar la cadena adecuada para medir mis sensaciones. No quisiera formar parte de una cadena de montaje de penas aflictivas. Tampoco por una cadena de afectos. En todos esos casos prefiero tirar de la cadena para descargar mi cisterna.
Prefiero pensar por mí mismo. Equivocarme. Razonar buscando el equilibrio y no la estigmatización. Prefiero colocar a todo volumen la cadena de sonido que amplifique la concordia, la inteligencia, el debate. Una cadena que nos una, que nos fortalezca en la búsqueda de soluciones, no de culpables. Ya solo queda encontrar la cadena adecuada. Y casi seguro que no está en las redes.