Compra de voluntades

01/09/2022
Desde hoy, ya primer día de setiembre, de forma oficiosa podemos declarar el final del verano. La oficial se la dejo a quienes tienen capacidad y voluntad de hacerlo. Y gratis. Los que han salido de vacaciones -solo los que han salido- ya han regresado. Lo he visto en las televisiones, en sus principales noticieros. Entrevistas minúsculas en cuanto a duración para hacer ver a los que no estaban de vacaciones que al entrevistado se le había acabado lo bueno. En plan regodeo.

Que sí, que sí, que es muy alta la inflación. Que sí, que sí, que todo está por las nubes. Que sí, que sí, que fíjate como está la gasolina. Que sí, que sí, que donde vamos a ir a parar. Que sí, que sí, que es el último día y hay que aprovecharlo a tope. ¡Venga, vamos a por un helado! Y es que con esto del precio del hielo ahora sale más barato un helado que un granizado de cualquier sabor.

Hay que regresar para preparar el inicio del curso de los niños. El chándal, los tenis nuevos, el uniforme -exclusivo para esos que dicen que les sale más barato que si no tuviesen obligatoriamente que llevarlo-, los libros -para los que estudian-, y la matrícula. ¡Madre mía!, pues si que sube la cuenta! ¡Te lo dije, Pepe, no teníamos que habernos ido de vacaciones!

En las familias -solo las que se encuentran en situación parecida a lo anterior- comenzará un nuevo síndrome: la vuelta a la normalidad. El síndrome de la vuelta de vacaciones, ya les digo que no es real. El síndrome verdadero es el de la normalidad. Volver a hacer las cosas normales que, de vacaciones, no hemos hecho: la siesta; el desayuno a la hora del mediodía; la paellita con los pies en la arena; esos heladitos, copas y cenas sin presión de horario. Los niños sin acostar hasta la diez, o y media; hasta las once, o y media; hasta … ¡cariño, déjalo, es solo un día!, y el niño no se duerme hasta las tantas, o y media, pero el cabroncete (permítanme la expresión) se levanta a las 7, y esta vez y media, de la mañana. Pero, Pepe ¿no le has dicho al niño que estamos de vacaciones?

Se acabó todo esto. ¡Ya está! A partir de mañana todo volverá a su orden natural. La inflación a su ritmo. El Gobierno -al que no le hemos prestado ni un minuto de atención en nuestras vacaciones- a seguir “mandandones a todes”. Ellos también comienzan -le llaman- un nuevo curso político. Lo de político, vale. Lo de curso, ya tengo mis dudas.

No queda más remedio que empezar a planificar la compra de voluntades. Y esta vez nada es gratis. La voluntad de apuntarse en el gimnasio. De conocer al nuevo entrenador personal. Los kilos demás no bajan solos. La voluntad de ir al dentista. Los bracketstienen que ser apretados. La voluntad de quitarse al niño de en medio. Perdón. Me refiero a esa actitud de apuntar a los niños a las actividades extraescolares, para “que se canse, cariño”. Que sí, que sí. Que es bueno que los chavales hagan yudo y también judo, y ballet, y natación, y ajedrez, y también inglés, que luego no saben.

Que es muy bueno que hagan los deberes en la academia -la de apoyo- y que regresen a casa para el baño y la cenita ¿Mamá, papá, jugamos? -Pero hijo, ¿no estás cansado? ¡Venga, venga, a cenar y a la cama! No sé yo si toda esa compra de voluntades, al final, sale rentable. Y espera que ya comienzan con la peor. Se acercan las elecciones municipales. La compra de voluntades de los políticos gobernantes en tu ayuntamiento comienza por el asfaltado de las calles. Pasaron ya casi cuatro años ¡Anda que no!
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