Cuando Carlos Alcaraz, después de ser el primer español en ganar el Master 1.000 de Miami, a la vez el primero de su carrera, en medio del majestuoso recinto del Hard Rock Stadium, soltó a los medios el lema que su abuelo le había inculcado: “Cabeza, corazón y cojones”, los allí asistentes, él mismo y quienes lo veíamos y escuchábamos esbozamos una picaron sonrisa.
“Cojones”, palabra para algunos malsonante, encuadraba perfectamente en el contexto de la frase y de lo que se quería trasladar en un marco, cercano a lo familiar, a lo espontáneo, a lo educado y, por supuesto, a un énfasis sobre el esfuerzo realizado. En Cádiz saben mucho sobre este tipo de expresiones y palabras, que en ningún caso quieren ser hirientes; al igual que en mi querida Galicia, se emplea el “carallo” para multitud de definiciones según su entonación.
Si ustedes me lo permiten, yo hoy y aquí, quiero reivindicar a los ovarios. A los ovarios, ya que no procede emplear el otro término masculino, de las 23 jugadoras que componen nuestro equipo nacional femenino de fútbol, a nuestra selección, que el próximo domingo hará historia -de hecho ya la han hecho- al disputar la final del Campeonato del Mundo contra Inglaterra. Y, como dentro de cuerpo técnico también hay mujeres, los ovarios se amplían.
Mucho se ha escrito y hablado; mal escrito y malhablado, del grupo que conforma y conformaba la selección femenina absoluta de fútbol con su seleccionador, el madrileño Jorge Vilda al frente y que, junto con el resto de su equipo técnico, fue totalmente respaldada por la Federación Española de Fútbol y su presidente Luis Rubiales en una polémica quizá todavía no del todo aclarada.
No es momento ahora, a las puertas de que una estrella mundialista se pueda coser en las zamarras de nuestras jugadores -presentes y futuras-, traer al recuerdo si la misma ha sido totalmente resuelta. Algunas imágenes en el campo y en los vestuarios de la algarabía y alegría en las celebraciones ante Países Bajos y Suecia podrían dar lugar a cierta duda. En alguna sustitución también. Pero ni es el momento, ni quizá ya lo sea después que 15 jugadoras pidiesen la destitución del técnico hace menos de un año; el mismo que ahora mismo ha llevado al grupo a esta final.
Y no es solo el técnico. Quienes entrenan y juegan en el campo son las jugadoras. Quienes terminan aplicando los conceptos impartidos en las charlas teóricas son ellas. Quienes ponen el corazón, la garra, el esfuerzo solidario, el empuje y el levantarse ante la adversidad; quienes animan a sus compañeras desde el campo o desde el banquillo; quienes fallan, pero son reconfortadas con un “ánimo, adelante, no pasa nada”; quienes en definitiva ponen sus ovarios sobre el campo; esas son ellas.
A todo lo anterior se le une algo fundamental. Nuestras chicas, nuestras niñas, nuestras mujeres tienen calidad y técnica. Aspectos innatos en algunas jugadoras pero que, en la mayor parte de los casos, se han entrenado horas y horas (las peores seguro que sí) en campos y terrenos no adecuados. En muchos casos … porque eran las chicas.
Vuestros ovarios van a servir -tienen que servir- para que hagáis mas fuerza en reivindicar más aporte económico; más ayuda al deporte femenino -al fútbol en vuestro caso-; más atención de los medios y menos sonrisas machistas de quienes todavía no saben apreciar ni al deporte ni a la mujer.
Se gane o no la final del domingo; tengáis, o no, la estrella en el pecho -sí, nunca mejor dicho, sobre vuestro pecho-; sea lo que sea, por mi parte os digo: Cabeza, corazón y ovarios ¡Olé por vuestros ovarios! Porque tenéis eso y mucho más.