Hemos entrado en agosto y lo hacemos con buen pie. Como se merece. En este sagrado y hasta elevado a los espíritus mes de agosto, todo el mundo deja las ciudades vacías, aunque llenas de calles y asfalto, de quioscos cerrados, de autobuses con asientos vacíos, de plazas de aparcamiento libres. Todo eso queda en poder de los inmisericordes: los que no pueden irse de vacaciones.
El otro día una mujer -de raza gitana, me dijo ella- me leía mis manos. Primero la derecha. Yo me resisto bastante a la derecha, aunque reconozco que con esa diestra me sirvo mejor que con la izquierda. Con la mano, me refiero. <Tu línea de la vida es muy larga, mi niño. Tú vas a vivir mucho>. No sé si ese primer augurio era para inspirar algo de ánimo en mí. La verdad es que me gustaría tener una larga vida, y que conste que no es por darles a ustedes el coñazo. Eso se lo dejo a otros.
Coñazo y chorradas, muchas chorradas, es lo que viene sucediendo desde hace ya una semana con los comentarios de buen número de personas, al hilo del también comentario de nuestro presidente Sánchez por el tema del ahorro energético y cambio climático. Todo el mundo tiene derecho a tener un día malo, claro que sí. Y más con estos calores.
«No llevo corbata y eso significa que todos podemos ahorrar desde el punto de vista energético», fue una de sus frases en una intervención en la que aparecía sin ella. Es una propuesta que «traslado a los ministros y ministras, a todos los responsables políticos y al sector privado para hacer frente al ahorro energético, que no usen esta prenda a no ser que sea necesario». Y se armó la de San Quintín.
Algunos califican este hecho con otro similar que, en 2011, confrontó al entonces presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, con el exministro de Turismo y Comercio, Miguel Sebastián, cuando apareció en el hemiciclo sin su corbata declarando «por cada grado que sube el aire acondicionado se consigue un 7% de ahorro energético». Habrá que reconocer que en el fondo de la cuestión tienen razón, aunque en las formas dejen mucho que desear.
Cuando uno es un personaje público se está expuesto a la crítica continua. Está en el sueldo más allá que todo el mundo esté deseando que metas la pata. Tus oponentes con mayor motivo. Las torpezas pueden ser leves, sin mala intención y otras con mala baba. Y las hay, habrá y sobre todo ha habido de todos los colores y gustos políticos. Solo hace falta hacer un “relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor”, para presentar una candidatura de Juegos Olímpicos después de un arduo trabajo de equipo.
O, al estilo María Dolores de Cospedal, declarar “Hemos trabajado mucho para saquear nuestro país”. Entre otras muchas del anterior presidente Rajoy -que si hiciésemos un escalafón acabaría en el podio, seguro- se encuentra esta: “Una cosa es ser solidario y otra serlo a cambio de nada”. Esta última es la que antes yo calificaba como de mala baba, ¿o no?, que diría él. Igual que la de Carmen Calvo, ya exvicepresidenta, cuando manifestó “el dinero público no es de nadie”, y ahí que andamos buscando todos de quien puede ser.
No se si convendrán conmigo que la frase del presidente Sánchez -como tal- es una chorrada. Además de incierta. El cambio climático no se soluciona porque uno lleve corbata o no; camiseta de tirantes o gayumbos de colores. Tampoco porque la chaqueta sea de lino o de tergal, que es más barata. Eso es una chorrada, y ya está. Lo diga Sánchez o quien lo diga. El hábito de vestimenta no influye en el cambio climático sino más bien al revés.
Pero, lo curioso, es la gran insolidaridad; la gran injusticia y mentira con que nos las gastamos en este nuestro país. Queremos ser Europa cuando nos conviene. Si Francia, Italia, Alemania, Portugal y resto de países toman medidas -muchas de ellas en plan drástico- para paliar los problemas energéticos que ya tenemos; para ayudar de forma mínima en que el efecto -sí, el efecto- del cambio climático sea menor; si ellos ponen 26 grados de tope y nosotros 27, entonces ¡zas!, nos empeñamos en enmarcar a nuestro gobierno, el de nuestro país, como de una ínsula.
Lo grave de todo es que en este nuestro país, tradicionalmente de gran solidaridad ante los desastres y con las personas, no nos demos cuenta de una puñetera vez que lo que se viene prediciendo ya está aquí: el cambio climático y sus consecuencias. Si no nos decidimos de una vez a aprovechar al máximo nuestros limitados recursos, economizando y colaborando todos; si no lo hacemos ya, dentro de muy poco reventaremos como sociedad.
Y es que, más allá de corbatas, de Falcon y otras chorradas de campañas y declaraciones, como la de la ministra Irene Montero: “lucharé para que la playa sea feliz para todas”, ¡que ya le vale!, lo que le importa al que se lo puede permitir es mantener el aire acondicionado y la calefacción a la temperatura que le de la gana. Y al resto, que les zurzan. Menos a Díaz Ayuso. Esta va siempre por su cuenta.
Así somos … y en polvo nos convertiremos. Gitana, léele a este payo la mano izquierda, que la derecha no le gusta. Y dile algo bonito, que hoy es su cumple.