Pasan los días y la devastación y el sufrimiento de la población dentro de la Franja de Gaza continúa. Ataques -por parte de Israel se dicen planificados para acabar con la estructura y los responsables de Hamás- que vienen a resultar indiscriminados y donde el objetivo real resultante es la destrucción, incluida la población civil.
Miles de muertos contabilizados; infinidad de lágrimas que resaltan la impotencia de niños que no saben discernir el por que de todo esto y que viven en una continua exposición a la violencia. Un caldo de cultivo para un futuro odio. Un futuro, quizá ya presente, muy inmediato.
Hace ya dos semanas, Hamás -quien controla Gaza desde 2007 como ganador de las últimas elecciones convocadas- dio comienzo a esta nueva barbarie disparando miles de cohetes contra Israel. El terrible ataque -condenable sin ningún tipo de paliativos- se reforzó al adentrar en territorio israelita un número de combatientes que causaron el terror entre comunidades de civiles.
La cifra de muertos alcanzada, según datos publicados, supera las 1400 personas. Un ataque planificado que ha conllevado el secuestro de otros 200 rehenes -ninguno militar- y entre los que se encuentran mujeres y niños. Vergonzoso e indignante.
La reacción de Tel Aviv no tardó en llegar. Responder a la agresión en aras a la legítima defensa. Su ya interiormente debilitado primer ministro, Benjamín Netanyahu, con el apoyo del ultranacionalismo radical y ortodoxo, declaró el estado de guerra contra Hamás -que no contra Palestina como Estado, al que por supuesto no reconoce como tampoco, desde 2014, que lo aprobase el Congreso de los Diputados, lo ha hecho oficialmente España- amenazando con “una poderosa venganza”.
Y esta venganza, según opinión de expertos internacionales, está sobrepasando el derecho internacional y humanitario al convertir a la Franja de Gaza en una prisión al aire libre con constantes bombardeos en su reducido territorio de tan solo 41 kilómetros de largo por 10 de ancho y en el que se apiñan más de 2,5 millones de personas.
Pequeños apuntes históricos
Un territorio con una inmensa historia de ocupaciones y continuos asedios que abarca más de 4.000 años, desde el Antiguo Egipto, y que en el siglo XVI pasó a formar parte del Imperio Otomano. Y así hasta 1917, cuando los británicos toman compromiso de crear un reino árabe. Un compromiso que se deviene al traste cuando, en 1919, las potencias vencedoras de la I Guerra Mundial, en la Conferencia de Paz de París, impiden la creación de ese prometido reino árabe pero creando unos mandatos para repartirse el control de la región.
Los británicos, en el conocido como Mandato británico de Palestina y autorizado por en aquel entonces por la denominada Sociedad de Naciones, continuó con su control sobre la zona extendiéndose este acto hasta 1948. Eran por tanto Palestina y el emirato de Transjordania los dos grandes territorios de la zona. Ninguna mención a Israel.
Al final de II Guerra Mundial los británicos se quitan el problema de en medio trasladándoselo a la recién creada Organización de Naciones Unidas (ONU). Esta misma organización a la que, en el día de ayer, por las declaraciones de su secretario general, el portugués António Guterres, Israel ha negado pasaporte a sus representantes, es la misma que en 1947, por la famosa resolución 181, da lugar al nacimiento del Estado de Israel otorgándoles un 55% del territorio en cuestión y el resto, incluida la Franja de Gaza, para los árabes. Jerusalén, capital reivindicada por todos, quedaba bajo control internacional.
Los conflictos no tardaron mucho en aparecer. Más bien de inmediato dio comienzo una guerra árabe-israelí. A su finalización son miles de refugiados palestinos los que se asientan en la Franja de Gaza, que queda hasta 1967 bajo administración de Egipto.
En ese año estalla la conocida Guerra de los Seis Días que enfrenta a lsrael con la coalición árabe formada por Jordania, Irak, Egipto y Siria, en la denominada República Árabe Unida. Israel vence en este conflicto armado y pasa a ocupar Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este, continuándose hasta hoy violentos enfrentamientos entre las partes.
El grupo islamista Hamás se funda en 1987. Es la misma fecha en la que los palestinos se levantan contra los israelíes en lo que se llamó la primera intifada. Aún cuando la guerra de guerrillas continuaba, en 1993, en Oslo, israelíes y palestinos llegan a un acuerdo por el que se concede a Gaza y a parte de la Cisjordania ocupada una cierta autonomía. En ese momento se crea y reconoce a la Autoridad Nacional Palestina.
Es en 2005, después de una segunda intifada con un carácter más violento cuando Israel retira de la Franja de Gaza sus tropas, así como a mas de 7000 colonos que la habían ocupado.
En 2007, en las elecciones celebradas Hamás resulta victoriosa de los comicios palestinos radicalizándose conforme avanzaba el tiempo, superando un durísimo bloqueo y atacando a Israel en estos 16 años con miles de cohetes. Hamás, en su intento de reemplazarlo por un estado islámico ha jurado destruir Israel.
El bloqueo: pobreza, destrucción y desolación.
Desde el año 2007, fecha en que Hamás gobierna la Franja de Gaza, Israel junto a Egipto han impuesto un brutal bloqueo terrestre, aéreo y marítimo -declarado ilegal por el Comité Internacional de la Cruz Roja- que viola la Convención de Ginebra.
Al mismo tiempo Israel prohíbe el control de movimientos de la población, así como de materias básicas como medicinas, suministros básicos, cortes de electricidad y de combustibles. La población alcanza niveles alarmantes de pobreza por mor de una inseguridad alimentaria que afecta fundamentalmente a jóvenes y niños.
Esa es la razón, para eludir ese bloqueo, por la que Hamás comenzó a construir una red de túneles, hoy objetivo principal de los mandos militares de Israel, donde se almacenan también parte de su arsenal de armas.
La exigencia de Israel para que más de un millón de personas evacuara la zona norte de la Franja de Gaza en tan solo 24 horas, dirigiéndose a la parte sur, ha sido condenada también por la ONU.
"Los civiles deben ser protegidos en todo momento y nunca utilizados como escudos", aseguró su secretario general ante la prensa, tras aseverar que el derecho humanitario debe respetarse. La idea de Israel es otra. Concentrar a una población civil para -a pesar de sus vagas promesas- agruparla y aniquilarla como lo está haciendo. La excusa de la autodefensa, a la vista de los terribles hechos, queda bastante en entredicho. Pero ¿quién le tose a Israel?
Las distintas posturas de la comunidad internacional.
Que Estados Unidos ha sido el principal valedor de Israel, junto al Reino Unido, es algo más que evidente. Pero se le añaden más países. Tan solo dos días después del terrible ataque de Hamás del 9 de octubre, un gran bloque de estados occidentales -de forma conjunta- emiten un comunicado apoyando al gobierno de Netanyahu. Además de Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido y hasta Australia integran parte de este grupo pro israelí.
También aquí se incorporan Ucrania y España, como otros países -hasta un total de 27- que resaltan en su texto que “los gobiernos firmantes aseguran reconocer las aspiraciones legítimas del pueblo palestino y el apoyo de medidas equitativas de justicia y libertad para israelíes y palestinos por igual". Añadiendo que Hamás no representa las aspiraciones del pueblo palestino y no ofrecen sino "terror y sangre".
Ninguno de estos comunicados o declaraciones de otros líderes, ni siquiera lo que pueda surgir de la negociación que los 27 países de la UE tienen hoy para llegar a un acuerdo de mínimos ante esta catástrofe humanitaria en Gaza -con la intención de no desairar a Israel- va a llegar a buen fin.
El cese temporal de las hostilidades, que se permita la entrada de ayuda humanitaria o, como dice Alemania, que se abran “ventanas humanitarias”, que mas bien parece una vergüenza como si en un partido dejamos descansar a quien va perdiendo (también al que gana) para que se rearme, van a dejar de provocar que las muertes de civiles se multipliquen en Palestina.
Combatir cualquier tipo de terrorismo exige el cumplimiento del derecho internacional; si no es así por parte de Israel esa violación es totalmente condenable. De poco sirven los comunicados, pero también hay que hacerlos. Más de 6.500 gazatíes ya han fallecido entre los que se cuentan 2.700 niños. El alto el fuego es imprescindible; la ayuda humanitaria a la población civil, más.
No tiene que existir doble rasero por mucho que la alemana Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se empeñe en apoyar incondicionalmente a Israel. El reconocimiento internacional al estatus de los dos Estados, Palestina e Israel es imprescindible. El desalojo del territorio palestino ocupado ilegalmente por millones de colonos, en la Franja de Gaza como en Cisjordania, es mandato de la ONU. Hágase, de nuevo.
Pudiera parecer ahora -concepto sobre el que algunos vienen mostrado desde hace años- que el apoyo y el favor dado a la población judía después de la terrorífica masacre de su población hasta la finalización de la II Guerra Mundial, ha sido excesivo.
Rotundamente no. No caigamos de nuevo en un antisemitismo que desborda cualquier límite de lo humano. Se “recompensó” -permítanme así el término que entrecomillo- al pueblo judío otorgándole por la ONU un territorio oficial. Lo hizo también para la parte Palestina.
No es posible desenterrar a Oskar Schindler del cementerio católico del Monte Sion, en Jerusalén, donde está enterrado. No es posible, aunque el mundo necesita de un nuevo, o de muchos Schindler, en la urgente búsqueda de la civilización. Personas que con “sus excepcionales acciones provengan de un elemental sentido de la decencia y la humanidad”.
Personas, jamás oportunistas, que “vean la luz y se rebelen contra el sadismo y la vil criminalidad en la que nos encontramos”. Son palabras del escritor Herbert Steinhouse, quien entrevistó en 1948 a Schindler y que deberíamos compartir ampliamente.
Vienen a mi frágil memoria otra cita que en 1983 pronunciaba Schindler (recuerden el personaje principal -junto a la población prisionera judía- de aquella famosa película de Steven Spielberg: “La lista de Schindler”), en un documental sobre aquellos trágicos momentos: “Sentí que los judíos estaban siendo destruidos y tenía que ayudarlos, no había otra opción”.
De estar vivo, él solo cambiaría una palabra de esa frase. Donde dice “judíos” diría “palestinos”. Es por eso que, ahora en Gaza, se preguntan ¿dónde estás, Schindler?