Hoy en España, y permítanme afirmarlo de forma generalmente aceptada por todo el mundo, es el Día de la Salud. Es lo que toca. Mejor dicho, lo es porque no ha tocado. Me refiero, claro está, a la Lotería Nacional. Al sorteo tradicional, que los otros se parecen más a los de la Champions.
En España tenemos una cierta tradición al juego. Al juego de azar, me refiero. Nuestros billetes, aunque ese término es para ricos y cabe más mencionarlos por décimos, comienzan a estamparse en 1.812. Esa fue la fecha del primer sorteo de Lotería Nacional con un premio “Gordo” de 8.000 pesos fuertes, nombre con el que se conocía al real de a ocho español y que, puestos a fardar, para los anglosajones era nuestro dólar español o Carolus.
Sin llegar a caer en el grave problema de la ludopatía que algunas personas padecen -cada vez más difícil de atajar dada la ingente instalación de locales de negocio que incitan al juego y que se distribuyen en mayor número en zonas y barrios humildes- llevar un décimo o una participación de la lotería de navidad es casi consustancial a estas fechas. Los hay también que no juegan. Porque así lo creen -mejor dicho, porque no creen en el azar-, y aún así te manifiestan que nunca les toca; o, en plan más egoísta, para ahorrarse ese dispendio. Digo esto último, lo de egoísta, porque a continuación te añaden: “Si toca, recuerda, estamos en gananciales”.
El caso es que la ilusión, que tan bien sabe vender cada año el anuncio de televisión, es lo que nos lleva -por lo menos en este sorteo- a llevar alguna papeleta. Es ahí, en esa mañana de diciembre, la del día veintidós, cuando deseas que el insistente soniquete a modo de cántico y letanía de los niños y niñas de San Ildefonso haga diana perfecta en cualquiera de tus números jugados. En cualquiera no. En el que más lleves jugado, que la lotería solo toca una vez.
Y más allá de la ilusión por repartir entre tus hijos lo que todavía no has ganado, entre quienes más lo necesitan; presto a adquirir la edición vespertina de tu periódico tradicional; o siendo más moderno acceder por internet para comprobar si tus números se corresponden con algún premio que merezca la pena; pasadas todas esas etapas solo queda consolarte porque vas a entrar de pleno en el Día de la Salud. Lo será al día siguiente, con muchos agraciados bajo este término. De hecho, y como mero recordatorio, ya lo es en el día de hoy, lector.
Dado que todos deseamos tener salud para disfrutar de los nuestros que mejor, aprovechando ese buen rollo reinante en el ambiente navideño, que acordarse de quienes hacen lo posible -y en muchas ocasiones lo imposible- para auxiliarnos ante un déficit de salud: nuestros sanitarios.
Más allá de nuevas olas; de dosis segundas o terceras, quizá hasta de cuartas; de gratuitos test de antígenos, o como si son de pago; de PCR, que por cierto se corresponde con las siglas en inglés de “Reacción en Cadena de la Polimerasa”; más allá de mascarillas, de distancia social, de comportamiento responsable; más allá de todo eso, y aunque ya no se repita ese aplauso diario en reconocimiento a su labor, déjenme que este final tenga dedicatoria especial. Les haya tocado la lotería o no. Sean desafortunados o agraciados en amores. Hoy va por vosotros, por vuestra profesionalidad y dedicación ¡Gracias!, ¡Viva el Día de la Salud!