Ana Peleteiro, española (de Vigo), negra (de piel) y medalla de oro en el europeo de Roma (por saltar con tres zancadas, más que nadie) ha dado por terminada su fiesta en la capital italiana para, en pocos días, poner rumbo a París y si es posible iniciar una nueva.
Ana, que sigue siendo negra de color de piel, ha concursado en los europeos de atletismo celebrados en Roma, después de retirarse de la competición para ser madre. Con un salto de 14,85 metros, nuestra ya medallista olímpica en Tokio 2020, bajo una pertinaz lluvia hizo una señal a sus compañeras y rivales en pista de lo que quería conseguir. Un primer salto de 14,37 metros, dejándose 21 centímetros para alcanzar la tabla, auguraba mucha mejora. Y esta llegó. Ya lo creo que llegó. Medalla de oro en su cuarto intento y mejor marca europea del año.
Son muchas las cosas curiosas de Ana, que otros muchos no entienden, sobre todo cuando -fíjate tú-, se levanta la voz contra el racismo. Escribí algo al respecto -citándola a ella, a Ray Zapata y a Josh Cavallo-
que podéis releer aquí, en octubre de 2021. A pesar que sus primeras palabras ante los medios de comunicación nada más ganar el oro hayan sido para preguntar por el resultado de otro gran deportista y amigo: ¿y qué ha hecho Carlitos?, no ha dejado pasar página para también dirigirse a sus “amados haters”: “Como les gusta el himno … mañana va a sonar en todos los colores”.
Cuando se es atacada y vilipendiada por esos ultra-extremistas no hay mejor forma que plantarles en la cara esa bandera (que no es la que ellos enseñan con el pájaro), un himno con su “lo-lo-ló”, y un nuevo éxito deportivo que les haga ver que aquí la fiesta sana continúa, más allá del acertado color y diseño del vestuario de nuestras deportistas.
“Se Acabó La Fiesta”, una agrupación de electores y no partido, cuya candidatura a estas elecciones europeas encabezaba Luis Pérez, conocido en redes sociales por “Alvise Pérez”, ha conseguido con el 4,58% de los votos tres eurodiputados para el Parlamento Europeo gracias a casi 800.000 votantes.
El polémico agitador ultraderechista, con múltiples condenas de la justicia por difamador y emisor de noticias falsas en sus redes sociales, ha encontrado por fin su fiesta personal. Para él, y sus dos acompañantes en Europa, no se ha acabado la fiesta. Más bien comienza.
Él, que fue voluntario de UPyD, tras fracasar el partido con la deriva ideológica de Rosa Díez; el afiliarse después a Ciudadanos, que ha terminado en otra catástrofe, y su última vinculación con VOX por su similar ideología, aunque termine renegando y compitiendo con ellos en una mayor radicalización, solo buscaba -y así han sido sus propias declaraciones antes y después de las elecciones- un salvoconducto de inmunidad parlamentaria que le amparase en las muchas causas judiciales en su contra por las que ya ha sido condenado, y también por las futuras.
No queda ahí la cosa -perdón, la Fiesta-. En estos cinco años de legislatura a sus bolsillos irán los más de 400.000 euros que le corresponden a cada diputado europeo, más otras prebendas. Y apostilla más: “así podré ejercer libremente este mandato sin estar expuesto a una persecución política arbitraria”. Lo que dirían -perdón de nuevo-, lo que dijeron personajes populistas y sin sentido como Jesús Gil o el Superman de Ruiz Mateos, por no mencionar a los lejanos Trump o Milei.
Sus seguidores en redes, y sus votantes (me llega el dato que en Marbella ha conseguido 2.626 votos y que Málaga como provincia ha sido uno de sus graneros), siguen todavía convencidos que la Fiesta se les va a alargar. Sin saber y definir objetivos, sin tener ni publicar programa, tan solo -como los adolescentes- a la espera de un twit, un X, un Telegram que haga resonar y tambalear los muros de Europa. Así funcionan con su cierta influencia, con sus propuestas más allá de la controversia, y así se dejan influenciar sus votantes y seguidores.
Hace poco me comentaba un buen amigo que ante la duda e indefinición al escoger una papeleta en el ejercicio de tu derecho a voto hacía lo mismo que cuando iba al supermercado. Compraba el producto si creía que estaba a buen precio y tenía buena pinta, fuesen melones o sandías. Otra cosa luego era el resultado del mismo una vez llegado a casa. Pues ahí tenemos la fiesta y el melón de la ultraderecha, que ni falta hacía abrirlo.
No lo duden. No se acabó la fiesta. Yo me quedo a disfrutar la de la española, negra y medalla de oro.