Esto no debería de ser publicado. Uno, cuando escribe, y si es para los demás, no debería dejarse llevar por las emociones. La razón es simple: por regla general no van a coincidir con las de tus lectores. ¿O quizás sí? ¿Debe el autor ser totalmente sincero y expresar sus sentimientos más allá de que puedan coincidir o asemejarse con el destinatario lector? Voy a seguir escribiendo porque, como en otras muchas cuestiones, soy yo mismo quien tiene la mayor duda al respecto. Al final, ustedes serán como siempre quienes juzguen.
Tenía muchos temas para poder explayarme en esta semana. La actualidad es la que manda y he preferido cambiar esa actualidad por una mas particular. La mía.
He estado esperando pacientemente y con inusitada emoción mi citación para la vacuna. Sí, yo no soy un negacionista. Lo hacía desde hace tiempo y siempre mostrando mi máximo respeto hacia quienes más lo necesitasen. Quienes así lo decidieron -las autoridades competentes- pusieron en primera fila para recibir ese pinchazo a los componentes de las profesiones esenciales. Ningún pero al respecto.
Luego estaban los mayores. Los más mayores. Ubicados en residencias y con una vulnerabilidad tristemente demostrada que estuviesen los primeros en ese privilegiado turno de espera era de total justicia. Después vinieron los que con esa misma edad no estaban en residencias, y si disfrutaban más directamente de la familia. Otra vez, ningún pero al respecto.
Ya a continuación, en función de determinados rangos y franjas de edad que parecen eran descendentes a partir de esos centenarios abuelos, se procedía a la vacunación del resto de la población. Por algún sitio había que seguir y parecía lógico que cuanta más edad, más vulnerabilidad existe. De nuevo sin peros.
El problema comienza con la pauta de mayores de 60, o incluso menos. Será en función de la marca de las vacunas, de su avituallamiento, de sus efectos, de si se marea la perdiz con la primera dosis y ya no le ponemos la segunda, o de si … ¡a ver, de que mas cosas!, el caso es que al día de hoy hay una franja de edad que son los de 65, 66 y 67 años que nos hemos quedado como en Palestina. En tierra de nadie.
Con gran alegría por mi parte, sin haber realizado ningún truco ni trato con nadie, hice mi cola el pasado lunes en mi centro de salud de atención primaria para solicitar si era posible vacunarse. ¡1954! -Sí señor, confirmé al empleado del ambulatorio. No quiero causar ningún problema. -En absoluto, me contestó. Aquí tiene usted su cita de vacuna para este próximo miércoles (ayer para el lector). -Por curiosidad ¿cuál me ha asignado? El sistema dice Pfizer. -Muchas gracias.
Hoy no me he comportado con total educación con unos buenos amigos que también se encontraban allí para vacunarse. Incluso con mi esposa, de mi misma edad y vacunada por su patología este lunes en el hospital. Me disculpo con ellos. He salido de mi centro de vacunación realmente mas que enfadado, defraudado y triste. No lo niego, también con un atisbo de lágrimas que después se han desencadenado.
Las muy amables señoritas sanitarias, a quienes desde el inicio de esta locura al igual que a otras muchas más personas siempre he rendido admiración, me han comunicado que no podían vacunarme. Pfizer no es mi vacuna. Para mi edad, ¡maldito 1954!, es Astra Zeneca. ¡Maldita también! Mi historial médico incluye una recomendación de mi doctora de Medicina Interna para que no se me aplique esta última. Sin embargo, tras consultas a su directora sanitaria, ellas no podían vacunarme. Les he seguido agradeciendo su labor, su trabajo, su entusiasmo. Lo seguiré haciendo todos los días.
Me alegro por todos aquellos que con menos edad han podido hacerlo. Lo siento por ustedes, lectores. Ya les avisé. Hoy no había artículo. Cuídense y sean felices. Yo dentro de un rato (también ya pasado cuando lean esto) estaré animando por televisión a mi Club Baloncesto Marbella en su eliminatoria para ascender a Leb Oro. Me hubiese ido con toda la expedición a Barcelona-El Prat. Lo suspendí a la fuerza. Me tocaba en ese mismo día mi dosis de vacuna. Todo en pasado. Para alguien que ama el futuro todo esto es desolador. Mis sinceras disculpas, lector.