Desde hace ya unos días somos conscientes que, no por causa de la amnistía ni tampoco por las reivindicaciones de los agricultores o de la renovación del CGPJ, el país se encuentra dentro de una borrasca política. Aunque lo más certero sería designarlo como anticiclón, pues es en este último caso cuando la presión -la atmosférica- es superior a la de otras zonas cercanas.
El caso es que la AEMET, que ya todos ustedes saben es el acrónimo de la Agencia Estatal de Meteorología, ha emitido un aviso anunciando el final del bloqueo anticiclónico. El anticiclónico, no el del CGPJ que ese se negocia en Bruselas con mediador internacional, y esta vez si es válido.
El aviso en cuestión de la AEMET viene a dejar claro que se producirán importantes fenómenos adversos ante la inminente llegada -prevista para hoy jueves y de mayor impacto el viernes- de la borrasca atlántica que se han concluido en llamar Karlotta.
Los agricultores españoles, en numerosas zonas del Estado, ya se han echado a la calle. Mejor dicho, a la carretera. Siguen la estela del anticiclón -y de nuevo me refiero a la presión- iniciado por sus colegas franceses. Aunque no sé yo si lo de colegas -especialmente por los franceses- es lo más adecuado después que asaltan a nuestros camiones y camioneros.
Protestan, y creo que con mucha razón, ante la feroz competencia desleal y en desigualdad de condiciones, de productos agrícolas de terceros países que no cumplen las mismas normas sanitarias y de producción que se exige dentro de la Unión Europea. Y claro, o todos o ninguno.
Von der Leyen, Ursula que no Karlotta, les da una larga cambiada con gran estilo taurino y dice ceder a estas demandas para poner en punto de solución el problema. Su error es que lo hace con un punto de vista político: desmontar medidas clave ya adoptadas que lleven a reducir en un 50% el uso de pesticidas. No se entera o no quiere enterarse.
Lo que piden los agricultores son equiparación de medidas. No se trata de reducir el uso de pesticidas (aunque finalmente los agricultores lo aceptarán) sino de exigir a los terceros países que utilicen lo mismo que si se produjese dentro del ámbito de la Comisión Europea. Nuestro nivel sanitario y de calidad de producto no tiene por qué mermar.
Se espera que Karlotta, al cruzar la Península y Baleares, de lugar a abundantes lluvias, nevadas y fuertes vientos, además de un descenso acusado de temperaturas. Más allá de Galicia y del norte de Extremadura -que también nos alegraremos de ello-, es aquí desde donde escribo, en Andalucía, donde agricultores y quienes no lo somos queremos salir a la calle en una manifestación no de protesta, más bien de júbilo y de algarabía, por tan preciado líquido.
Las restricciones en el uso del agua impuestas por la Junta de Andalucía desde hace semanas a buen seguro se han de endurecer. Nuestros pantanos y cuencas están a unos niveles alarmantes de precariedad. Necesitamos a Karlotta, y sabedor que existe un orden que establece el nombre de las próximas borrascas, esperamos con ansiedad a Lisandra, Mónica, Nerea y Ofelia.
Si en los próximos meses -en semanas consecutivas de borrascas- llegamos a la U, desde aquí ya abogo que el nombre aplicado sea el de Ursula. Pero, de momento, no le demos mayor mérito a quien presionada -y no por iniciativa propia- tiene que plegarse a exigencias justas.
Brindemos eso sí, por los agricultores y por Karlotta.