Es una pena. Una pena enorme que el foco principal del gran éxito conseguido por nuestras jugadoras al proclamarse campeonas del mundial femenino de fútbol en Sídney, no pase exclusivamente por ellas y por el cuerpo técnico de la Federación. Es una verdadera pena.
Y es que, mientras yo titulaba mi anterior artículo “Con ovarios, con muchos ovarios y algo más”, no podía ni imaginarme que ese algo más fuese a ser el impresentable comportamiento del presidente de la Federación, Luis Rubiales. La que ha liado el pollito.
Primero, con ocasión del gol de nuestra selección, agarrándose sus genitales, con ambas manos, de forma ostentosa y extemporánea, en el mismo palco de autoridades y con la reina y la infanta allí mismo, a su lado.
Luego, en esa entrega de medallas cuando las jugadoras saludan a las múltiples autoridades allí congregadas (y porque no dejan estar a más), sujetando con fuerza la cabeza de una de las jugadoras, con ambas manos, y a pesar de ser él quien dice “dame un beso”, sin opción alguna para la jugadora, es ésta quien en su boca lo recibe, más allá de un azote en su culo cuando ya se retira.
No solo era Luis Rubiales quien se encontraba contento por esta gran victoria. Lo eran las propias jugadoras, el cuerpo técnico, las otras autoridades allí desplazadas. Sin estar en el propio escenario, en la distancia, lo éramos muchos más. Desde nuestras casas; en salas y centros deportivos donde se instalaron pantallas; en plazas de pueblos y ciudades; presumo que en toda España. Y también estoy seguro que muchos besos, parecidos e incluso con mayor énfasis, se produjeron entre personas.
Un beso no debe ser incluido nunca dentro del código penal; pero sí su intención al darlo y máxime sin consentimiento. Y este es uno de los quid de la cuestión. De un tiempo a estar parte, y los hechos revelan que queda mucho por trabajar, las actitudes machistas tan arraigadas en nuestra sociedad se han visto, al menos cercenadas, con la elaboración de leyes que intentan penalizar, más que combatir, este tipo de comportamientos. Los más graves llegando incluso a las agresiones y abusos sexuales.
En esta ocasión algunos tratan de buscar esa fina línea que delimite, y que no traspase, la efusividad incontrolada de un acto de alegría con la punible. Pero no ha lugar. No se puede retroceder.
Son especialmente las mujeres, también otra serie de colectivos, los que vienen sufriendo este tipo de agresiones; esta asquerosa manera de comportarse de quien se dice macho y que, en su abuso de fuerza y también de poder, trata como cualquier cobarde de ocultar. Hasta que sale el pollito que llevan dentro.
Deportivamente, al parecer, son muchos los que están aprovechando a las mil maravillas el grave error de Rubiales. Que mejor forma de quitársele de en medio. De cargárselo. No entro a valorar, porque ese no es el caso, las mejoras y méritos conseguidos desde dentro de la Federación Española de Fútbol.
Tampoco entro a valorar la forma en que se ha hecho. Serán otros, envidiosos o no, quienes sigan tirando del hilo. Y, si lo creen necesario, deben hacerlo. Mirar debajo de las alfombras, como decía él ante la gestión del anterior presidente Villar.
Lo que tiene que quedar muy claro es que nadie tiene derecho a invadir la intimidad de otra persona, sin que medie consentimiento. Nadie, ni siquiera o con mayor motivo representando a un país, a una federación o institución, puede comportarse de la forma que lo ha hecho Rubiales. Es lo que tratamos de desterrar. Y no hay mejor forma de hacerlo que expulsando a quien comete el acto.
Te agradecemos los servicios prestados, Rubiales. Ahora ha llegado tu momento. Hazlo por tus hijas, como le decías a Jenni. Compórtate como un hombre y con dignidad. Así no nos puedes representar más al frente de la Federación. El pollo lo has liado tú. Tú eres el que debe dimitir.