Les soy sincero si les comento que me incomoda, tampoco en modo extremo, hablar de uno mismo. Al fin y al cabo yo no soy tan famoso como Umbral. No es que lo pretenda. Ni tan siquiera vengo a venderles mi libro. Aunque todo se andará.
Comentaba lo anterior porque algunos de mis lectores -que al parecer tengo- me han enviado señales no sólo de su existencia, de lo cual yo me alegro, sino también de su ansiedad -exagerados ellos- solicitándome que pague mi deuda con esta -dicen, también- apreciada columna. Y es que ya son varias las semanas sin publicar.
Espero sobre todo no ofender a quienes no hayan podido hacerlo. La única razón de esta falta de puntualidad ha estado motivada por tomarme unos días de vacaciones. Que si se lo digo al estilo Umbral sería algo como “… y bien merecidas que las tengo”. Pero no. No se lo diré. Por lo menos así, porque no soy tan famoso como Umbral.
Dicen los que entienden más de esto que la vuelta a la normalidad después de unas vacaciones es complicada. Que ni tu cuerpo, ni tu mente, pueden ofrecer un buen rendimiento después de tantos días de estado … Casi prefiero que sean ustedes quienes lo califiquen porque a buen seguro que sea cual sea su elección acertarán de pleno.
El caso es que la rentrée a tu vida habitual puede producir efectos demoledores. Se dice, se comenta, que se dan un buen número de solicitud de separación o divorcios. Se dice, y también se comenta, que las promesas de apuntarse al gimnasio, a las clases de inglés, a las de yoga; de seguir el puñetero régimen para adelgazar, de anotarse a ballet, manualidades o hacer colecciones por fascículos pueden durar como mucho hasta el Pilar. No más de un mes.
Y es que la rentrée es muy peligrosa. Llegas sin ganas al trabajo y observas como el pelota de turno, en tu merecida ausencia, ha querido hacer más méritos ante el jefe. Que también estaba de vacaciones. Te das cuenta que tu concentración no es la misma. Quizá sea cuestión de tan solo una semana. Una semana ampliada de vacaciones pero tan solo en tu mente.
Hay que centrarse de nuevo. Ordenar las ideas. Mantener, no la calma pues pudiera parecer que sigues de vacaciones; hay que mantenerse fuerte en tu convicción para hacer las cosas como antes. Como antes de irte de vacaciones.
En todo este mundo imaginario solo existe un “break” aceptado. Cuando llega el sorteo del Euromillón.
Si me toca -piensas- lo mando todo al carajo. No más estrés. Vacaciones de por vida.
Pasado el sorteo y hasta la próxima semana todo seguirá igual. En mi caso, por suerte, ese seguir igual es tener la fortuna de contar con su paciencia al leer estas y más líneas. Es lo que tiene mi rentrée. Al no querer vender ningún libro todo fluye más fácil entre quien escribe y quien quiere leer lo escrito. Sin ataduras ni peloteo. Hasta el jueves que viene.