Lentejas

09/03/2023
Están muy alejados en el tiempo y, aún así, son difíciles de olvidar. Me refiero a los recuerdos. Mis recuerdos de niñez. Es verdad que no había marcada una hora especial. En cualquier caso, si hubiese que fijarla, diría que era a la tarde. Una tarde ya lindando con la noche.  

En una cualquiera de invierno, con el sonido de fondo de la radio, escoger lentejas no era una labor de niño. Sin embargo, tanto mi hermano Carlos como mi hermana Pilar, los tres, nos habíamos ganado la plena confianza de nuestra madre. Aquello no era un simple juego, ni siquiera un trabajo. En nuestra casa, como supongo en la de muchos, esa labor se elevaba a la categoría de rito.

Una mesa sin mantel para no entorpecer su deslizamiento. Tres platos. Puede que de duralex, aunque también de porcelana, no recuerdo bien. En uno de ellos, bien colmado y que se iba reponiendo, las lentejas tal cual fueron compradas de la tienda de ultramarinos. Utilizábamos el segundo para las impurezas: esas pequeñas piedras, incluso palos, y aquellas lentejas feas, en mal estado.

Este meticuloso proceso de selección no podía tener fallos. De ahí, a veces, la reprimenda de mi madre. Nos advertía que era mejor ser lentos y cuidadosos al objeto de evitar que se colase algún ejemplar que, a la postre, pudiera dañar la dentadura de quien por mala suerte le tocase. Ese era el destino del tercer y último plato: quedar saturado por unas lentejas limpias que a la postre acabarían en una olla o cazuela.

La pasada semana, el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía que preside el popular Juanma Moreno publicaba la orden de la Consejería de Salud y Consumo, “por la que se actualiza y desarrolla el sistema presupuestario y tarificación de convenios y conciertos que suscriba el Servicio Andaluz de Salud para la prestación de asistencia sanitaria en centros sanitarios”.

Dicho de otra forma: una norma que da vía libre a la privatización de la gestión y de servicios en la Atención Primaria del Servicio Andaluz de Salud tales como: pruebas diagnósticas y terapéuticas rutinarias o especiales; curas; asistencia por equipo médico especializado, enfermería y personal técnico sanitario (ATS), incluso con titulación expedida en el extranjero, homologada o (curioso) en trámite de homologación.

También se incluye el material fungible y endoprotésico o, cualquier tipo de prestación no mencionada antes inherente al proceso terapéutico o diagnóstico. Las estancias médicas; el tratamiento, la hospitalización en habitación compartida o individual; la estancia en la UCI; el desplazamiento del personal sanitario a domicilio, también el de los pacientes en ambulancias al centro hospitalario; los procesos quirúrgicos en quirófanos; la anestesia, los controles pre y postoperatorios; las pruebas de rayos o las de resonancia magnética y TAC; las urgencias, y etcétera y más etcétera.

Como todo tiene un precio, la Orden también especifica unos precios anuales concertados asignando a su vez una tarifa máxima homogénea no revisable automáticamente (que hay que ahorrar) pero que “…en función de los costes del servicio sanitario, podrán aplicarse los mecanismos alternativos de revisión periódica no predeterminada y de revisión no periódica de valores monetarios…”. Es decir, te digo que no te reviso automático pero que si te reviso y actualizo. Por supuesto, sin que sea predeterminado ni periódico. Que bien nos viene jugar con el lenguaje para llevar la interpretación a donde te conviene.

El caso es que, por ejemplo, en la Orden se establece un máximo a pagar de 65€ por una consulta médica de atención primaria; de 150€ si es la primera consulta, o de 90€ por las sucesivas. Claro que si ésta es de “Alta Resolución” lo será por 215€. Y hablamos tan solo de la consulta.

Y, ya puestos a mencionar tarifas, reseñar por ejemplo: 964,18€, por la inserción de un cristalino protésico en una operación de catarata, o los 1.237,29€ por la escisión de una variz de un miembro inferior. Si de una vasectomía se trata, 413,40€ se abonarían, resultando un poco más barato que una circuncisión que serán 6€ más. En el apartado de las transformaciones de sexo, que también se incluyen, varían desde los 22.900 a los 31.900€.

Es verdad que la Ley General de Sanidad, 14/1986, dictada por uno de los gobiernos socialistas de Felipe González menciona la posibilidad de, excepcionalmente, establecer conciertos y convenios de vinculación de prestación de servicios con terceros privados, que tengan carácter no lucrativo, a pesar que también indica claramente: “… se llevará a cabo preferentemente mediante la fórmula de gestión directa de carácter público”.

Es un hecho más que manifiesto que en el ideario del PP se defiende a capa y espada la iniciativa privada, mucho más allá que la pública. Lo curioso es que esa ardua defensa de la privatización, comenzando por la gestión de la sanidad pública, no lo sea también con la financiación. Es decir, se quiere gestionar de forma privada lo que con fondos e impuestos públicos se ha conseguido. Sin asumir riesgo empresarial en cuanto a capital e inversión.

Lo podríamos ver bajo otro prisma, no muy diferente. Partiendo de la base que la sanidad pública no se puede privatizar ni vender, en tanto que es un servicio esencial como la justicia, lo que se propone es privatizar la gestión. Usted, administración invierta sus recursos en hospitales, centros, maquinaria, personal y demás, y yo, parte privada, mediante una concesión, le voy a gestionar el funcionamiento de los mismos a unos costes inferiores a los suyos.

Más allá de como cada una de las Comunidades Autónomas gestionan de forma directa las competencias de sanidad cedidas por la Administración Central; más allá de las evidentes diferencias de cada ciudadano -cada vez más sustanciales- bien porque estés empadronado en Andalucía, en Cataluña, en Madrid o Navarra, por citar algunos ejemplos, queda muy claro que se quiere paliar nuestro déficit de inversión en la sanidad pública con parches que suponen un beneficio crematístico para unos pocos. Y lo triste es que se hace sobre unos bienes y servicios sufragados con impuestos públicos. Aunque más triste es que, cuando depositamos nuestro voto, poco tenemos en cuenta estas cuestiones y nos guiamos tan solo por lo ideológico.

Algunos días, en casa de mis padres, a mí o alguno de mis hermanos no nos apetecía comer. Allí estaba la señora Manola ¡Sí, hay lentejas. O las tomas, o las dejas!
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