Suecos, belgas, alemanes, holandeses, españoles, ingleses, franceses, finlandeses, filipinos y noruegos, son los “pueblos que rezaron y rezan en Marbella”, según se señala en un pequeño mosaico de azulejos incrustado en la pared de la entrada lateral de la iglesia de Santa María de la Encarnación.
En su parte inferior también se hace mención a griegos, árabes, hebreos y romanos. No creo que fueran fieles directos dado que la construcción del templo -o, mejor dicho, su conversión en iglesia cristiana de lo que antes era mezquita- se hace en 1.505.
Viene esto a cuento para darnos cuenta del atractivo de Marbella y de las numerosas nacionalidades que, en pasado, presente y seguro que futuro, se han asentado aquí y no tan solo para orar.
Una buena muestra de la ONU en la ciudad. La frase, tomada de la serie televisiva que lleva por título “Marbella” y que una importante plataforma ha estrenado con sus dos primeros capítulos el pasado jueves, 2 de mayo, lo hace refiriéndose a otro tipo de feligreses. No son otros que los que componen las más de 113 bandas criminales que representan a 59 nacionalidades diferentes.
Basada en un profesional trabajo de periodismo de investigación sobre el crimen organizado -reportajes publicados desde 2021 en
El País con las firmas de Nacho Carretero y Arturo Lezcano-,
y que les recomiendo relean, es aquí donde sale el concepto de “Marbella como sede de la ONU y del crimen organizado”.
Repito. Son solo dos los capítulos visionados pero el debate ya está en la calle ¿Marbella es así? ¿Es solo esta la verdadera imagen de Marbella? ¿Y los gremios de sus protagonistas? Son muchas más las dudas y preguntas que se pueden trasladar y que, por parte de los directores de la serie, Dani de la Torre y Alberto Marini, se precisan. La serie, contada como un
thriller, es una interpretación en ficción de la vida real, tanto en el relato de ciertos hechos como en el desarrollo de sus protagonistas.
Sin embargo, muy a pesar de la imagen que determinados medios y revistas -esas conocidas como “
papel couché, o programas del corazón”- quieran dejar en los ciudadanos cuando acuden y se entretienen en la espera de las peluquerías de Albacete, León o Amposta (elegidos al azar), cierto es que quienes residimos aquí vivimos una realidad muy diferente.
Un tiroteo en un local, dentro y fuera ya da lo mismo; secuestros y chantajes; balas perdidas; amputación de dedos; incendios y accidentes de coches; peleas y drogas; ajustes de cuentas entre bandas forman parte de la rutina diaria de los malos. El característico paseo turístico por Puerto Banús da pie a múltiples preguntas. Jóvenes -no mucho mas allá de la treintena-, alardeando de Lamborghinis, Porsche o Ferraris. Cadenas de oro y relojes de marca. Ropa de Versace, Prada o Armani y tu preguntándote ¿de dónde sale todo eso? ¿realmente es esta la realidad de Marbella? ¿dónde está la fiesta?
Por suerte -hasta ahora- la violencia, los ajustes y los hechos delictivos son “
entre los malos” y, salvo casos aislados, sin una especial relevancia en la vida civil. Aun así, según declaraciones en el trabajo de campo a uno de los guionistas “
pasar al lado oscuro, seas policía, político, abogado, o cualquiera con una profesión vinculada a esta gente, lo delimita una fina línea”.
Reflexiono sobre otra de las frases de la serie: “
Marbella es como un amigo hijo de puta. Lo quieres, lo cambias, lo adoras, pero nunca te olvidas que es un hijo de puta”. Llevo 35 años en la ciudad y, sin esconder la realidad, aunque hagamos mucho menos ruido, y en todos los gremios y profesiones, estoy convencido que somos más los buenos que los malos. También en Marbella hay una ONU buena.