Mercadillos y mercaderes

Un sencillo regalo a base de pulsera, abanico o sombrero. Una camiseta donde la mejor serigrafía sea para la de las siglas del partido. Un llavero o un bolígrafo; también el pin del partido. Todo vale.  

Todo, menos un simple folleto con frases atractivas recopiladas en escasos párrafos. Muchas de ellas, las frases, banales y generalistas. ¡El folleto también, caballero y señora! También es gratis, de regalo. A regañadientes lo recoges. Para nada es interesante así que, de inmediato y sin que te miren, lo tiras. Y, aún así, algunos hacen cola. No hay remedio. Mira que nos gusta lo gratis, lo que es de gorra.

Hay un día a la semana. En infinidad de pueblos y ciudades, en recintos ya definidos, sea lunes o viernes, hay que ir al mercadillo. También conocido como “el barato”. Tampoco es que haya una idea muy definida de lo que uno quiere. Da lo mismo. Algo habrá. Se trata de encontrar ese “algo” que te llame la atención. Y, si no, pues a mirar. Más allá de indagar en sus orígenes e historia hay algo que les caracteriza: reunir en un mismo espacio a gentes de toda condición social, incluidos turistas.

Y, reunidos todos a la búsqueda del producto, llega el momento de los mercaderes. Mencionaba antes a la historia. En infinidad de poblaciones de España, son muchas las calles dedicadas a los gremios, oficios o profesiones. Los gremios se agrupaban geográficamente y de ahí calles con nombres como Curtidores, Vinateros, Relatores, Cuchilleros. O, también, conservando parte de su trazado medieval, la de los Caballeros, aquí en mi ciudad: Marbella.

Hablando de Marbella, la reunión de los mercaderes, de una semana a esta parte y por unos diez días más, se concentra en la entrada sur del mercadillo. Allí se han establecido uno de los gremios más modernos de nuestra historia reciente: los políticos municipales y aspirantes a ello.

Así como a primera hora -tampoco se crean que muy temprano- comienzan a instalar los tenderetes llamando la atención del personal. En nuestro caso tenemos suerte, creo yo. Aquí en Marbella son nueve las formaciones políticas que presentan listas electorales para los próximos comicios municipales. Bueno, suerte no lo sé. Pero nueve si que son.

Los más pudientes -que no voy a ser yo quien les diga quienes son- enarbolan más banderas, exhiben mayor cartelería, lona de material resistente y, lo dicho, muchos regalos. Ataviados, ellos y ellas, con camisetas que identifican al color de su partido. Sonrientes. Receptivos al beso, al saludo. Algunos de buena gana; otros, por obligación. Las formaciones minoritarias -me refiero en presupuesto, claro- intentan seguir la misma línea. Lo tienen muy difícil. Todos en busca del voto hacia su candidato, que es quien generalmente figura en la cartelería. Caer en la cuenta que lo que se vota es a un partido y a una lista -cerrada, por cierto- es lo de menos.

Comprendo que es muy difícil hacer llegar al público, explicar a fondo y en mayor detalle, el programa con el que se presentan. A saber, incluso, si interesa. Pero, lo que manda en estos días previos, es la disputa del espacio -en algún caso hasta física-, el llenar el chiringuito con el mayor número de personas “voluntarias”, el hacerse ver. Son los mercaderes del voto. Con su mejor intención.

Espero que nadie se moleste por ello. Que nadie actúe como Jesús, cuando vio que el patio del Templo de Jerusalén se encontraba lleno de ganado, de mercaderes y cambistas, de vendedores de ganado y de palomas. Molesto y enfadado, hizo salir a todos de allí, cayendo por el suelo las monedas de los cambistas y haciéndoles ver que ese no era su espacio.

No, por favor. No lo hagan. Quedan ya pocos días y, al fin y al cabo, los mercaderes con sus regalos desaparecerán pronto. Eso sí, el mismo día de las elecciones, los volveremos a ver en las puertas de los colegios electorales. Ya no repartirán regalos. Ya solo, con su excesiva e innecesaria presencia y publicitaria etiqueta, te estarán presionando para la elección de tu voto. Les llaman interventores y apoderados. Ahí es cuando Jesús tendría que aparecer.