Los ciudadanos de nuestro país han demostrado en numerosas ocasiones y a través de los tiempos que tienen una muy alta dosis de solidaridad. Ante los infortunios y las desgracias, sean sobre nuestra piel de toro y también allende de ella, somos de adherirnos de inmediato. Y tiene más valor cuando lo hacemos de forma circunstancial, no provocada, y logrando la espontaneidad.
Desconozco si en algún momento participar de ello supone un cierto acto de redención de las penas propias, tan solo impuestas por nuestra conciencia. Aquí cada uno tiene la palabra. Su palabra. También es muy factible que no sea necesario pecado alguno, ni siquiera venial. Nos solidarizamos porque sí. Sin necesidad de justificación. Aunque en ocasiones se nos induce a ello.
Tengo entendido -ya les digo yo que no soy un habitual visitante de este acto- que en el transcurso de la misa se sigue pasando el cepillo. Algunos afirman que esta forma de actuar, convertida en cuestación, es una de las más antiguas maneras de ejercer la solidaridad. Les dejo a ustedes la interpretación de la limosna, la piedad o la beneficencia.
Doseles, tapices, murales y hasta guardia real. Me remonto a mis años de niñez. Algo que sigue vigente. No me refiero a mi niñez, claro está. El concepto de solidaridad venía a expresarse en tómbolas, rifas y otros eventos lúdicos en los que algunos se divertían con un becerro. También en la Fiesta de la Banderita, la de la Cruz Roja. O en la del Domund, la de las misiones, y por supuesto la del Cáncer. Las caritativas señoras de los sectores pudientes, también ellas pudientes, recibían a los postulantes. Presidían, también las distinguidas damas, las mesas petitorias.
No le faltaba razón a Don Hilarión, que en la popular zarzuela “La verbena de la Paloma” ya cantaba eso de “los tiempos cambian que es una barbaridad”. Y los tiempos, en cuanto a peticiones, han cambiado de forma radical. Ahora, puestos a pedir y también a dar, solo hace falta conectarse a internet y acceder a, por ejemplo, Change, punto y org. Y, democráticamente, sin necesidad de exhibir pedigrí, cualquiera puede pedir.
Eso es lo que le viene sucediendo en estos días al Partido Popular. Quien no lo sepa, en España, es el principal partido de la oposición. Quien no lo sepa, también, con presencia en el Parlamento: Congreso de los Diputados y Senado. Ellos, como principal partido de la oposición, de España, han iniciado una solicitud por el Change, punto y org. Por cierto, entidad lucrativa cuyo negocio se basa en la venta de publicidad. Me refiero a Change, punto y org. Sobre este último punto, del popular partido, yo no me manifiesto. Si cabe lo están haciendo -lo harán, o no- los jueces.
Piden ellos -sin saber que lo hayan hecho en el Parlamento recabando las mayorías necesarias- “firmas contra los indultos de Sánchez a los condenados por sedición”. Y para convencerte más, en sus mesas petitorias, se exhiben carteles recordando los eslóganes de la Falange. Dicen: “Por la Constitución, la Justicia y por España. Por la convivencia y la concordia dentro del Estado de Derecho”. Con dos cojones, que diría mi admirado Labordeta. No he visto, es verdad, ningún palio en las mesas ni tampoco ningún cepillo o hucha. Pero no quiero darles ideas.
Para ellos Cataluña no debe de formar parte de España. Lo digo porque con esas frases tan de españoles, españoles, ni se han atrevido a colocar mesa petitoria en ningún lugar de Cataluña. He leído por ahí que “con inteligencia” pues “no es igual proclamar esta solicitud en Cataluña que en el resto de España”. Quizá sea así, pero lo de la inteligencia no me cuadra. Sí lo del interés partidista. Por ser suave.
Más allá de la libre postura que cada ciudadano de este país pueda tener al respecto se encuentra la facultad que tiene el Rey, a propuesta del Ministro de Justicia y previo acuerdo del Consejo de Ministros, para aplicar unos indultos en base a nuestro ordenamiento, por supuesto totalmente legal por mucho que lo diga Alfonso Guerra. Facultad ejercida ya anteriormente en gobiernos del Partido Popular. También del PSOE. Ahora, de darse el caso, lo será por primera vez en nuestra democracia de un gobierno de coalición.
El Partido Popular sabe de antemano que ni una sola de esas firmas sirve para nada. Ni las de la org, ni por supuesto la de sus mesas petitorias. Mucho ruido y pocas nueces. Muchas carpas y mesas en la calle. Mucho alimento de ego. De nuevo trasladan y provocan a una parte de la ciudadanía. Esto no es ni por la Constitución. Ni por la Justicia. Mucho menos por España. Irrisorio es proclamar que lo es por la convivencia y la concordia. Algunos ya quisiéramos llamarles a ustedes “cantautores de las narices”, como lo hicieron con Labordeta en un pleno del Congreso de los Diputados. Pero ustedes solo llegan a la categoría de cantantes. Cantantes de los malos. Como a mi me parece Bertín. Desde luego, con mesas petitorias no lo van a solucionar. Con Colón tampoco.