Escucho y presto atención, aunque nada me extraña y menos sabiendo su procedencia, del acuerdo al que han llegado FOX, la más importante cadena de comunicación norteamericana propiedad del magnate Murdoch, con Dominion Voting Systems. Un total de 787 millones de dólares (de los iniciales 1.600 millones reclamados) para evitar, después de dos años de negociaciones, el juicio por difamación que esta última iba a emprender.
“La verdad importa, las mentiras tienen consecuencias“, dicen los abogados de la empresa demandante tras su triunfo extrajudicial, como así subtitula el artículo de Miguel Jiménez en “El País”, al que yo añadiría que esta “verdad” y la suculenta cantidad obtenida también va a servir para pagar las abultadas facturas de los abogados. Aunque, no nos perdamos ni alejemos del asunto, lo que aquí importa es que la difusión de bulos, información falsa -a sabiendas de que era así- buscando el beneficio electoral y personal del también embustero Trump, tiene su coste y reprobación.
Empieza a preocupar -y mucho- que esta manipulación de la información se vea agravada por las nuevas tecnologías, por eso que ahora denominan “inteligencia artificial”, y que más allá de otros beneficios viene para engañarnos, crear en nuestra mente una realidad diferente que nos haga súbditos y rehenes de … -justamente eso- de nuestra propia inteligencia y grado para discernir.
No se trata -ni mucho menos- de matar al mensajero. De atacar y confrontar con los medios de comunicación, con sus caras más visibles y famosas, con sus editoriales o artículos de opinión. Tampoco, personalmente nunca me ha gustado, de enrocarse en el corporativismo. Profesionales -en medios de comunicación como en cualquier otro órgano y actividad- los hay y habrá siempre muy buenos. Pero, también es verdad que los habrá buenos, mediocres, malos y … manipuladores.
La libertad de expresión, la de comunicación y cualquier otra libertad social que no incida en el libertinaje -faltaría más- deben ser defendidas a capa y espada. Ello no debe ser óbice para que existan diferentes tratamientos de las noticias por los medios. Una implicación de las entidades y sociedades de ámbito privado, que comienza con sus redactores, con los profesionales gráficos, sus responsables de sección y directores. La línea entre opinión e información debe ser lo suficientemente nítida para que el lector no pueda ser confundido. Lo mismo para esas “agencias de comunicación y marketing” contratadas por formaciones políticas.
Aunque no oficialmente, enfrascados ya las diversas formaciones políticas en plena campaña municipal y autonómica, lo anterior también serviría para cada uno de los directores de campaña. Mítines o eslóganes que agudizan el mensaje proveniente de “la voz de tu amo”, no sirven en la captación o convencimiento de quien duda en modificar su voto. Mucho menos en quien no lo ha hecho nunca.
“Al pan, pan, y al vino, vino”, nuestro sabio refranero popular nos hace ver que hay que hablar y exponer con claridad, con la realidad y la verdad. Los hechos pasados, sean de promesas electorales no cumplidas, como de las cumplidas, están ahí. La hemeroteca es el fácil refrigerio -dicho a nivel de refresco- de nuestra memoria. Alusiones a quien, o con quien, se forman los pactos, los acuerdos, las decisiones que implican mayorías, por el simple hecho de desprestigiar o denigrar deben tener el camino de la mayor de las indiferencias o, si estuviésemos en EEUU, de la demanda millonaria.
Cuando uno no se centra en lo importante, en el fondo del asunto, y se pierde con alharacas en lo insustancial e intrascendente, por regla general, terminará tomando postura y decisión errónea. Y no sirve de excusa la inducción. No caigamos en la trampa.