Quien diga que en este país nuestro no nos lo pasamos bien es que, una de dos, o no es de los nuestros o tiene muy poco sentido del humor. Y que conste que a algunos les pasa. Lo del poco sentido del humor me refiero. Aquí, por lo del lenguaje inclusivo tan de moda, también cabría escribir lo de algunas. Y que nadie se moleste. Que somos mucho de molestarnos por ná.
Créanme: no se por donde empezar. He tenido que reorganizarme tanto con los nuevos horarios; acoplarme a las nuevas tarifas, aunque de nuevas no tienen nada, que mi agenda no da de sí. Lo que antes programaba para entre las ocho y ocho y media, ahora debo de hacerlo a las ocho u ocho y media. Que no se me olvide. El primer horario es el de por la mañana: a.m., que dicen los ingleses y americanos. El segundo es ya p.m., post meridiem que también lo dicen ellos. Por cierto, eso ya lleva mucho tiempo inventado aquí en Andalucía. A partir de las doce del mediodía, ya son buenas tardes. Sin necesidad que un madrileño te venga a matizar si ha comido o no.
El caso es que he decidido, al amparo gubernamental, que le voy a tocar las narices al vecino. Al que me cae mal. Al otro no. A las once y media, esta vez de la noche, o sea p.m., comenzaré a usar el taladro, que aquí -de nuevo por Andalucía- también se le conoce por el nombre de guarrito. Otro día les cuento el por qué. Además, me dicen; me cuentan; me informan que estaré en valle, o en camino. En valle es más barato: jorobar al vecino.
La cotización del bitcoin está cayendo a pasos agigantados. Esto ya se está transformando en debacle. Para contrarrestar esas pérdidas tengo que hacer caso a los expertos del gobierno y a los de las compañías eléctricas que son los que me ofrecen los mejores consejos para ahorrarme -si me voy por el valle- hasta veinte euros al año en mi consumo eléctrico. Podría ahorrarme más si hubiese acudido a quien mejor me puede dar un consejo: los consejeros González y Aznar. Lo son de unas pequeñas compañías que están empezando en este nuevo negocio. Por eso les han contratado a ellos, porque como grandes estadistas -que saben de todo- me podrán decir a mi donde ahorrar. En valle.
A mi señora le he comentado que me asigne con más asiduidad las tareas de la plancha y de la lavadora. También en valle. Ha puesto cara de admiración. Yo creo que su admiración ha sido porque a continuación he añadido un comentario poco procedente. Cariño, para hacer tiempo saldría todas las noches que se necesitasen esas labores a cenar fuera con los amigos. A la vuelta, ya en valle, estaría preparado y dispuesto para ahorrar. Le he intentado explicar lo del a.m.y p.m., pero me da que no. Que no cuela.
He de manifestar que todas mis intenciones son buenas. Es más. Actúo así por unas razones de equidad, de justicia y de utilidad pública. Yo quiero ahorrar, tanto como el que más: eso es equidad. Lo quiero hacer en valle, pero si es justo y necesario, si es mi deber y salvación, lo haré en punta o en llana. Eso es justicia. Y quiero también colaborar con la utilidad pública.
Quiero que los prebostes señores consejeros, además de la política, tengan su paguita aparte. Que los accionistas cobren sus beneficios. Que los indultados, o no indultados, paguen. Paguen la luz como yo. Seamos todos públicamente útiles. No menospreciemos el poder que se nos otorga. Podemos controlar el mejor uso que hacemos de la energía. Pero eso sí. El vecino se va a enterar: el guarrito funcionará a partir de las doce pe y eme. Que ya será a y eme. Palabrita del niño Jesús. Lo dicho. No se me molesten por ná.