Productos de cercanía

No sé si ustedes recuerdan a Epi y a Blas. Para quienes no puedan, decirles que son unos personajes infantiles que aparecían en la tele hace ya muchos años. Tantos, casi, como la edad que yo tengo. Esto último es para demostrarles que tampoco supone ningún problema reconocer la edad que uno tiene ¡lo ven!

Epi, y también Blas, dentro del reconocido programa “Barrio Sésamo”, aleccionaban a los más pequeños con las palabras que hacían alusión al espacio. Dentro, fuera; grande, pequeño; allí, acá; lejos y cerca, son algunos de los ejemplos. Nuestra lengua es muy rica en vocablos que vienen a definir con perfección determinadas situaciones, así como las opuestas.

Ayer de soslayo, sin intención de prestar atención, en el Mercadona, oía a una joven pareja entablar un pequeño debate acerca de las etiquetas y el origen de ciertos productos. Y, dado que mi número en la pescadería se hacía de rogar más de la cuenta, pasé de no tener intención a prestarla. Me refiero a la conversación y, por ende, a la escucha. Que si les digo, me resultó interesante.

Eché mano de algunos de los productos ya comprados -todavía no pagados- que se ubicaban en mi carrito metálico. A mi vista una malla, cuya etiqueta decía contener tres kilos de “naranjas valencianas”. De aquí. Cerca. De Valencia. Lo gracioso es que haciendo una lectura más detallada de la etiqueta -por otro lado obligatoria- también se leía: “Origen: Sudáfrica”. No tan cerca. Más bien lejos.

No contento con ello desplacé mi mano hacia un paquete plastificado. Unos hermosos aguacates, de esta zona de acá, de la Axarquía malagueña o de la Costa Subtropical de Granada, que son de una calidad excelente. Pero, de nuevo, para rebajar mi entusiasmo, la lectura de la etiqueta dictaba sentencia. “Origen: Chile”. O sea, de allá. De muy allá.

En esta última semana los medios de comunicación se están haciendo eco de las protestas de agricultores y ganaderos en base a la cuantía que, fundamentalmente por las grandes cadenas de distribución, se les está pagando por sus productos. Productos de aquí, de muy cerca. En buena parte por menor precio del de coste. Con bastante empatía comprendemos y nos solidarizamos con ellos. No con los productos. Con los agricultores y ganaderos. Somos de mucha solidaridad.

Luego llega el momento de comprar. La tienda de José, el frutero, el del barrio de toda la vida, la que está aquí debajo de casa, acaba de cerrar. Ha cerrado, no solo por el coste del alquiler; de la electricidad que alimenta sus cámaras frigoríficas, por los impuestos. Ha cerrado porque llegado el momento de comprar hemos preferido lo cómodo. El súper, el híper, el mega complejo, donde allí todo está a mano.

Todo está a mano y cerca. Todo está más barato. La leche, dicen que como reclamo, ni siquiera en su venta al público cubre el precio de producción. Seguro que aún así alguien obtiene beneficio. El plátano de Colombia; el kiwi, si me apuran hasta de Nueva Zelanda; el aguacate de Chile; la naranja de Sudáfrica y el aceite … como te descuides el aceite español estará bajo marca italiana. Menudos son los italianos. Aunque estos están aquí, cerca.

Tienen razón los agricultores y ganaderos en quejarse. A veces, a modo de original protesta, regalan su cosecha a quien pase por allí. Sea leche, pollo, huevos, melones y demás productos de aquí, de cercanía. En ese momento, todos muy juntos y cerca, nos arremolinamos para conseguir de forma gratuita tales presentes.

Una señora me decía el otro día que ella estaba de acuerdo. Que no había derecho a que les pagasen esa ridícula cantidad. Que su presencia era una muestra de apoyo. Y que sí. Que mejor los productos de cercanía que los de fuera. Se llevó su bolsa gratuita. Al día siguiente, casualidades de la vida, compraba en la gran cadena de alimentación aguacates con origen Chile ¡hijo es que es tan cómodo comprar aquí! Y así vamos. Buscaré de nuevo los episodios de Epi y Blas.