Siempre me atrajo la atención la conocida rivalidad, incluso enemistad, entre ambos genios de nuestra literatura que dieron brillo al Siglo de Oro de la poesía española, rubricado después con nuestra Generación del 27. En el Barrio de las letras, en pleno corazón de Madrid y donde todos residieron por años, también se les unían Lope de Vega y Cervantes, aunque en un tono menor. Me refiero a la rivalidad.
Góngora siempre tuvo un gusto especial por la sátira que volcaba en sus versos. También por otras divertidas costumbres más terrenales, hay que decirlo. Desde su Córdoba natal, donde actuaba de canónigo en la Catedral, y en su paso por Granada, Jaén, Salamanca o Madrid logró hacerse con un cierto nombre dentro del mundo literario. Con Quevedo, que era diecinueve años más joven que él, coincidió en Valladolid. Publicaba este sus poemas bajo el seudónimo de Miguel de Musa. Lo hacía siempre parodiando los versos de Góngora. Sarcásticamente, claro.
La disputa entre ambos llegó a niveles nada poéticos. Góngora se burlaba de Quevedo por su mala traducción del griego, tildándole de patán; de ser un “enfebrecido catador del vino tabernario” y por eso le llamaba “Francisco de Quebebo”. Por contra Quevedo le acusaba de ser amigo de los naipes, de homosexual y de clérigo huraño, dada su procedencia.
También de algo mucho más grave por aquellos tiempos: de judío. Y esto último, siguiendo con la sátira, lo era relacionado con su prominente nariz al parecer distintivo del pueblo israelita. “Érase un hombre a una nariz pegado”. Una de sus últimas enganchadas terminó con el desahucio de Góngora de su vivienda, consecuencia de deudas. Lo que no supo don Luis, sino a la postre, es que fue Quevedo quien se hizo con la propiedad de la vivienda e instó el desahucio.
El Gobierno de la Nación anuncia que el 9 de mayo acabará el estado de alarma y buena parte de los Presidentes Autonómicos se echan las manos a la cabeza. Cuando no hace mucho tiempo criticaban -se hace constar que por medio del PP, y más, siguen criticándolo- que se instaurase en tanto tiempo al considerar que era una medida del gobierno para controlarnos; para tenernos atados ¿Dónde está la incongruencia? ¿Antes, o ahora? No pasa nada. Dejaremos que cada uno haga lo que quiera, aunque coincidan todos menos Ayuso. Si es que para esa fecha Ayuso está. En la Presidencia, digo. Que seguro que si, aunque sea en funciones.
Al Gobierno, de la Nación claro, y también a su Presidente, del Gobierno, claro también, le gustaría que a principios, al final o en el medio del verano, estuviésemos vacunados (me incluyo) el 70% de la población. Esos eran y siguen siendo sus pronósticos. Desde hace tiempo todo el mundo le critica. Al Presidente. El ritmo de vacunación es lento. Unos y otros aducen que son las Comunidades quienes tienen ya esa competencia. Es verdad. También es verdad que no están llegando todas las vacunas “comprometidas”. Ni es culpa de unas, ni de otro. La CE no ha sabido estar a la altura en este aspecto. Llevan razón unos y otros. Pero las puyas no cesan, aunque no sean en verso.
Barajas, los franceses, la movilidad entre distritos sanitarios, pueblos, ciudades, autonomías, países. Comunismo o libertad. Mascarilla en la playa, en la piscina e incluso en el váter ¿si o no? Incremento patrimonial excesivo, ministras sin currículum laboral. Todos con VOX o sin voz (CUP). Waterloo, indepes, los ya olvidadas y olvidados tránsfugas. Iglesias y con la iglesia hemos topado querido Errejón. Y Casado, Rufián, Arrimadas o Val, y también Cantó. Este no. Este allí, ¿pero donde? Si, allí, donde caiga. ¡Ah, vale!
Ande yo caliente y ríase la gente.
Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente…
Luis de Góngora.