Nunca me ha preocupado la edad, ni ahora ni mucho menos cuando era más joven. La verdad es que tendría que matizarlo. Y sí, la única edad que siempre ha mostrado mi sumo interés es la de mi inteligencia. Dicen los que saben más de esto que esa se tiene de raíz; otros complementan que además hay que cultivarla, mantenerla en continuo entrenamiento, madurarla.
Y eso no te debe de ocurrir a ti, niñato. Niñato de 15, 16, 20, 25, 30, 35 o los que quieras tener. Porque la edad se mide, te lo repito, en la inteligencia. Ya te lo decía Voltaire: “Es difícil liberar a los necios de las cadenas que veneran”.
Y sí, todos nos hemos equivocado alguna vez pero no de forma tan reiterativa. Tu violencia, en lo físico y también en lo verbal, te desautoriza por completo. Te has querido disfrazar, pero a pesar de mascarillas, pasamontañas, capuchas, cascos y otros elementos -algunos de ellos robados- sigues siendo reconocible.
Seguro que tus padres se avergüenzan de ello al verte en las imágenes. Así no le hemos educado. Y llevan razón. Hay un punto, cuando uno decide que es maduro para agredir, insultar, destrozar la propiedad ajena, ejercer la violencia, en la que en esos momentos tus derechos se difuminan.
¿De que falta de libertad quieres tú defenderme a mí, si con tus actos ya me la coartas? Tú, defensor de los derechos de tu mundo, que a ti y a cuatro más solo os interesan.
Tú, que te crees valiente para manifestar como clavar un piolé en la cabeza; explosionar un coche; o no darte pena de un tiro en la nuca, de muchos tiros en la nuca.
¿Serías tan valiente para desearle y decirle eso a la cara a tu padre, a tu madre, a tu hermana? Claro que no. Olerían muy pronto y mal tus pantalones o tus bragas.
Esas son las agallas que te faltan. La de no empezar con lo tuyo propio. Pintando las paredes de la habitación de tus padres. Destrozando la cocina, la tele, el mueble bar. Quemando la habitación de tu hermana y después bajar a la calle a hacer lo mismo con tu moto, la que te compraron tus padres. A ti no te interesa la libertad de expresión.
De hecho entiendes muy mal lo que es libertad, y mucho peor lo de expresión. Tú, ya tan joven, eres un frustrado, un violento y un delincuente. Estás cagado de miedo, porque sabes que por ti mismo no llegas a nada.
Te dejas enredar por el manipulador rapero como un débil mentecato que eres. Te dejas arrastrar por personajes y símbolos, de un extremo máximo u otro, que solo te utilizan.
Llevas seis días, siete u ocho haciendo el paria. Porque realmente eres eso. Además de mala persona, por redundancia un hijoputa. Te lo digo a cara descubierta. Con mi nombre y apellidos.
Yo no quiero que me defiendas de nada. Lárgate o escóndete. Te lo digo a ti, niñato. Te apellides Rivadulla, “Hasél”, o no.