Toque de queda

21/01/2021
La última vez que en condiciones normales pude asistir al cine, fui a la sesión de las ocho de la tarde. Esa era la hora marcada para el comienzo de la sesión, que no de la película. Antiguamente había NODO -tengo que decir antiguamente porque de eso hace tantos años como yo tengo-, que consistía en un breve noticiero donde se exaltaba la figura y el régimen del anterior usurpador-propietario del Pazo de Meirás. Ahora se ha sustituido por otra publicidad, esta vez comercial, también en la pantalla. Total que la peli comienza como poco media hora más tarde. 

La pasada semana recibí una invitación para la inauguración de una galería de arte. Aquí, en Marbella, también las tenemos; no se crean ustedes que todo es juerga y discoteca Olivia no se que. En una misiva que se precie también debe indicarse que a posteriori se servirá una copa de vino español. Bueno o malo, no se dice. La hora tampoco. Así que, como a un buen número de invitados lo que les interesa es la copa y no el arte, la inauguración comienza como poco media hora más tarde.

La convocatoria de la reunión del AMPA también especifica una hora, por regla general coincidente con el horario de trabajo de madres, y también de padres. Lo que ocurre es que quien la convoca también debe de tener en cuenta el horario del conserje del centro escolar. El hecho es que sea por culpa del autobús, de no encontrar plaza de parking o porque el niño tenía fiebre, la reunión ha comenzado pasada más de media hora de la indicada. Eso sí. Hay algo fijo y habitual: una mínima asistencia.

En otro orden de cosas más personal, que por eso esta es mi columna, he de contarles que llegué hace ya treinta y pocos años a Marbella. Antes lo había hecho como turista, y visitando Puerto Banús ¡por supuesto! Recuerdo mi primera cita en la antigua Cafetería Marbella, con unos amigos para cenar. Uno, nuevo en la ciudad, después de preguntar en qué lugar se encontraba la cafetería tuvo como respuesta: en la Alameda. No quise insistir, ya me las arreglaría preguntando en la recepción de mi hotel. Cuando inquirí a mis amigos la hora de la cita ellos me dijeron: entre las nueve y nueve y media. Os prometo que insistí ¿a las 9, o las 9 y media? La respuesta fue la misma. Yo llegué a mi hora, a las nueve. Ellos llegaron, más o menos, media hora pasadas de la indicada … en segundo término.

Y podría relatar mi cita con la Seguridad Social, también con la primera convocatoria de la asamblea de la comunidad, aunque aquí son más listos y añaden una segunda reunión media hora más tarde, y otras muchas más que innecesariamente hay que citar. Ninguna de ellas han llegado a perturbarme en exceso mi vida ¿Qué representa media hora, más o menos, de la hora indicada? Nada. No representa nada.

Pero mira tu que una simple franja horaria, reglamentada por una orden ministerial, debatida y consensuada por mayoría entre los representantes de nuestras Comunidades Autónomas pone en un absurdo jaque a nuestros gobernantes por un poco más de media hora, ¡pero de adelanto!

Por el contrario observamos como todos nuestros países limítrofes, y mucho más allá, imponen unos horarios más restringidos que los nuestros. Países a los que alabábamos su democracia -máxime cuando nosotros no la teníamos- y que mirábamos con entusiasmo al decir “eso es Europa”. Y ahora, por fin, ya formamos parte de Europa. Nosotros todos, las diecisiete autonomías me refiero.

Que Castilla y León, por su propia decisión, haya aplicado un toque de queda a las ocho de la tarde mientras que en Francia -país que acuña el lema de “Liberté, Egalité y Fraternité”- lo haga a las seis; que País Vasco y Catalunya pongan pegas a la limitación de su “independencia”, o que Navarra, Galicia, Murcia o Andalucía soliciten que se modifique la ley -que conlleva asumir y modificar también ellos sus acuerdos anteriores-, nos lleva a una paradoja mas bien cómica. Aunque Ayuso, representando a Madrid, siempre dirá que no. Que no, a esto y a lo que venga, viniera o viniese. En definitiva: ¡Ni de coña somos Europa!

Y ahora vendrán los juristas, los recursos y las interpelaciones. La curva de la pandemia, que por eso se le llama curva porque sube o baja en relación a un punto de referencia, seguirá señalando datos dramáticos. En ella puede que esté incluido algún ser querido. Pero nosotros a lo nuestro. Seguiremos de forma absurda intentando ser Europa. Puestos así no me queda otra. Uniré a los recursos que se planteen ante el Constitucional el horario máximo permitido para llegar al cine, a la exposición, a la reunión del AMPA o de cualquier otra cita. A mí nadie me pisa mis derechos ni me limita el llegar a mi hora en punto. Ni una hora más, ni una hora menos. ¡Faltaría más! Ahora que soy europeo, no puedo hacer el ridículo. Me disculpan pero tengo hora para esquiar en Sierra Nevada con forfait
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