Recientemente, una compañera en esto del vicio de viajar me hacía recordar que, en Nueva York, dando un paseo por Brooklyn, nos encontramos esas típicas cajas que los neoyorquinos colocan en sus puertas, escalón arriba o abajo, conteniendo cosas u objetos que uno ya no utiliza pero que si pueden servirles a otras personas.
Hace mucho que no regreso a Nueva York. Que no paseo por Brooklyn. El hecho es que nadie te va a llamar la atención si, alargando tu mano, te haces poseedor de aquello que otro ya no necesita. Aunque ya esté usado y gastado. No es cambio ni trueque, tan solo generosidad.
Lo ocurrido en estos últimos días en el seno del principal partido de la oposición tiene algo de película de Woody Allen, incluso hasta de la propia biografía del director, guionista y actor neoyorquino que también, dicen, no es tan buen intérprete del clarinete como él pretende.
El que hasta hace una semana era su líder indiscutible -tanto a los ojos de sus simpatizantes, militantes y resto de cargos del partido- ha pasado a ser el verdadero problema. De nada han valido las apoteósicas aclamaciones públicas anteriores. Ellos mismos, en una verdadera batalla cainita, se destruyen en una lucha por el poder. Los seguidores de los diversos clanes y sectas necesitan reorganizarse. A saber con que fin.
En estos días he escuchado declaraciones de lealtad, de fidelidad, de actuar con principios, de apoyo incondicional. En boca y redes de buena parte de esos políticos profesionales. Sin carrera, pero profesionales. Todos ellos, todos, excepto cuatro, han dejado al pairo al que decían era su líder. Pablo Montesinos, Ana Beltrán (les declaro que nada tiene que ver conmigo, que yo sepa) y Antonio González Terol han estado ahí, hasta lo que parece es el final. Teo García Egea, no llegó a atreverse en ese último paso de comparecencia y despedida en el Congreso de los Diputados pero le incluyo en el cuarteto, con mis dudas.
Mal comienzan los que se quedan. Mal ejemplo le están dando al que será su nuevo líder o lideresa ¿se podrá fiar de verdad de ellos? Y como a ellos les gusta decir, como a ellos les gusta utilizar, mal ejemplo están dando a España, y a Europa, y al Mundo.
De momento a Pablo Casado y su forma de hacer política le han introducido en una caja de cartón. Colocada en cualquier puerta de una calle de Brooklyn, escalón arriba o abajo, queda a la espera. Como cualquier cosa u objeto que ya no se utiliza. Ni por su propia familia. La fidelidad y la lealtad están de capa caída. Continuemos para Ucrania.