Una falta de respeto ¿democrática?

14/10/2021
Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. La Declaración Universal de los Derechos Humanos lo recoge como la forma de expresar y difundir, buscar, recibir y compartir información e ideas sin miedo ni injerencias ilegítimas como parte esencial para nuestra educación, para un mejor desarrollo como personas, para ayudar a nuestras comunidades y acceder a la justicia. Así lo viene a considerar su artículo 19.

Sin embargo, este fundamental derecho del individuo se encuentra regulado y limitado. La libertad de expresión es muy amplia y da cabida a toda clase de ideas. También a aquellas que puedan contener una buena carga de ofensa. Se encuentra protegida por el derecho internacional y una forma de protegerla es limitarla. Limitarla una vez que pueda violar los derechos de otras personas. Todos conocemos esa clásica frase: “Tu libertad comienza donde termina la mía”. Y es por ello que se ha de limitar si esa libertad de expresión incita o promueve al odio, a la violencia y a la discriminación. Así se encuentra recogido en la DDH, y en nuestra propia legislación democrática.

El respeto, palabra que proviene del latín respectus, es un concepto que se aplica a las personas. Nos explica la RAE que se puede extender a la veneración o incluso acatamiento que se hace de alguien por cortesía. A la deferencia, el miramiento y consideración. Lo amplía al respeto humano como un miramiento excesivo hacia la opinión ajena, antepuesto incluso a los dictados de la moral estricta.

A la llegada de las máximas autoridades institucionales de nuestro país, antes del inicio del desfile por el Día de las Fuerzas Armadas, que coincide con el Día de la Fiesta Nacional al igual que en otros muchos países democráticos de nuestro entorno, se han producido silbidos, gritos e insultos dirigidos contra quien ostenta de forma legítima la máxima representación del Gobierno de España. Cuatro años consecutivos. Cuatro años de gritos, silbidos e insultos. En el acto de celebración del Día de la Fiesta Nacional.

Se dice que el vino gana en calidad con los años. Dentro de una buena barrica de roble. De un tiempo a esta parte la barrica de madera de nuestra democracia parece a propósito coger un aire excesivo que atenta con la calidad de la misma. Me resulta curioso comprobar como -en frase hecha- parece proceder siempre los mismos. Y cuando digo los mismos diría de determinadas facciones. O que siempre sus insultos vayan dirigidos a personas de facción distinta o muy determinada, de la suya.

Muchas de estas personas confunden la libertad de expresión con la falta de respeto. No ya solo porque vaya dirigida hacia una persona. Aunque no lo mencione la RAE, las instituciones nacionales también merecen ese respeto. Se podrá, y se puede, discrepar de su funcionamiento y criticar sus decisiones. Se tiene, no solo derecho sino también obligación, a ser renovadas e incluso si así se decidiese a ser clausuradas. Pero se les muestra respeto. A ellas y a quienes la integran y representan.

Los partidos políticos, sus miembros destacados, el resto de instituciones del Estado tienen la obligación de respetarse entre sí. Ni siquiera por omisión pueden participar ni alentar otras actuaciones individuales que no lleven a este fin. Se saluda a quien corresponda (nos lo enseñaron en casa y también en la escuela). Se recibe en tu Comunidad a quien también forma parte de otra institución. Acudes, aun cuando sea para mostrar tu disconformidad, cuando eres convocado. Eres educado y respetuoso.

Y a ti, ciudadano de a pie, demócrata de toda la vida, persona con canas o pelo rapado, con memoria selectiva y estudios, con odio unidireccional, defensor de los derechos que solo a ti te interesan, persona educada y de amplia calidad humana, en definitiva estricto defensor de lo tuyo, de los tuyos, de tus ideas y opiniones; a ti, buen ciudadano, hay que recordarte que si nada lo impide te queda todo un año -y también otro- para hacer acto de contrición y repetir esta letanía: Hay que respetar los actos institucionales y no insultar a sus representantes. Luego ya, votas lo que quieras y vuelves a aceptar y respetar el resultado democrático y, claro está, a sus representantes.
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