Nada nuevo ocurre en La Palma que los palmeros, sus actuales moradores, así como los benahoaritas, sus ancestrales antepasados, no hayan ya experimentado durante siglos. Son múltiples las tragedias que la Isla Bonita arrastra. Sequías, epidemias, naufragios e inundaciones, incendios, continuos sismos y, por supuesto, erupciones volcánicas. Pero La Palma, declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO, sigue y seguirá ahí.
Fue por el año 1630 cuando la isla padeció una grave sequía. Dieciséis años después, en noviembre de 1646, la erupción de uno de sus volcanes provocó terremotos, truenos que parecían infernales y grandes temblores de la tierra. En 1659 el mal que asoló a toda la isla lo provocó una plaga de langosta. De aquel primer suceso, el de la sequía, y buscando su prerrogativa, los palmeros decidieron bajar a su virgen en procesión hasta la iglesia de El Salvador, en la capital: la hermosa Santa Cruz de La Palma, también declarada Patrimonio de la Humanidad.
Después de este hecho tan solo nueve días tardó en finalizar la sequía gracias a unas abundantes lluvias. Y así hasta que en 1676, coincidiendo con otro agostamiento, de nuevo es bajada la Virgen en romería. Esta manifestación y muestra de fervor popular se lleva realizando cada cinco años desde 1680, en lo que se ha venido en denominar como Fiestas Lustrales de La Palma. Fiesta que une a todos los habitantes de La Palma y que el periodista e historiador local, Juan Carlos Díaz Lorenzo, define como “una mano protectora sobre el pueblo palmero”.
El Teneguía alzó la voz en 1971. Esa fue la última erupción volcánica terrestre en España. Con tan solo 439 metros de altitud, también se encuentra en La Palma: la Isla Bonita. No sé si la Cumbre Vieja, la misma zona donde se encuentra el Teneguía y las bocas actuales, lanzan gritos de desesperación hacia el exterior protestando por nuestro mal comportamiento con la naturaleza. No quisiera exagerar.
Por esas recientes fechas también hubo que evacuar a la población. Se produjeron importantes daños materiales en propiedades y cultivos. Se destruyó una playa, aunque se crearon otras. Y, desgraciadamente, una persona falleció como consecuencia de la inhalación de los gases producidos.
Ahora se repite el grito inmisericorde de la tierra. Cinco de sus ocho, nueve y hasta diez bocas, y quizá más, desprenden magma, la sangre de la montaña. De nuevo casas desperdigadas por las laderas, plantaciones de cultivos, incluso hasta pequeñas poblaciones se ven arrasadas de forma inexorable: El Paso (una de las salidas de la Caldera de Taburiente), Tajuya, Todoque y Los Llanos de Aridane, la más poblada, están sobre aviso. Nada o muy poco puede hacerse. El hombre, a pesar de su inteligencia, se encuentra a merced del gigante. Personas sin consuelo posible perdiéndolo todo. No existe belleza en la desgracia.
Ha pasado muy poco tiempo desde el primer clamor. El volcán quiere seguir gritando. Destruyendo y, parece irónico, construyendo para modelar nuevas formas de vida. A la Isla Bonita no le causa sorpresa. Así lo está haciendo desde hace siglos, incluso desde hace mucho más tiempo. Su ritmo de vida no es equiparable al nuestro. Aunque nos duela. Como también me incomoda el protagonismo innecesario de un afamado chef, José Andrés se llama, para dar comida a los damnificados del volcán por medio de su ONG, World Central Kitchen. Acción innecesaria y ya cubierta por todas las autoridades y la sociedad civil en una acción, ¡por fin!, conjunta y coordinada. Aunque algunos les pueda pesar ¡somos un gran país!
Este año 2021, en un hecho extraordinario pues correspondía en 2020 impedido por la pandemia, se producía la Bajada de la Virgen de las Nieves fuera del año lustral. Cuando pase todo, también fuera de fecha, no me extrañaría que el obispo titular de la Diócesis Nivariense autorizara un nuevo traslado de la Virgen desde su santuario hasta el núcleo capitalino de Santa Cruz de la Palma. Para el futuro, además de la Virgen, procuremos nosotros también juntar unas manos protectoras. Nuestra naturaleza lo agradecerá, aunque de vez en cuando el sonido de una isa sea, como ahora, desgarrador.