No sé si a ustedes les ha pasado también. Hoy me he encontrado con un vecino. Un vecino de los de verdad. Lo curioso es que el encuentro no se ha dado en la cercanía de mi domicilio. Que siendo así, ya uno no es tan vecino. Hemos de entender que un vecino es una persona cercana. También próxima. Si hubiese que establecer unos límites en la vecindad la vara de medir estaría en nuestra nariz. Solo se puede considerar vecino de aquel que, guisando unas buenas patatas con choco, su olor te llegue hasta la ventana de tu casa. Importante es que la ventana se encuentre abierta.
En ocasiones se establece esta forma de parentesco hasta con personas de otros países. Se dice, y los comentaristas comentan que para eso son comentaristas, que vecinos son también los de Portugal; los de Francia, y ya en menor grado los de Marruecos. Y yo digo que no. Que por mucho que puedas vivir en La Raya, como popular y coloquialmente se les llama a los municipios colindantes en la frontera portuguesa y española, y un ejemplo de ello es la española y extremeña Olivenza; o que lo hagas en Hondarribia, antes conocida como Fuenterrabía, en la desembocadura del río Bidasoa, frontera natural con la francesa Hendaya, si no puedes oler e identificar un guiso de lentejas con arroz entonces ni existe vecindad ni ná.
Los vecinos de verdad están en los patios, interiores o como los madrileños de corrala. Los que te encuentras en el ascensor puede que sean vecinos, puede que no. Generalmente los vecinos te saludan. Te saludan si saben que eres vecino. El problema está que en ese gran ascensor que sube y baja desde el piso 16 hasta el rellano principal, o viceversa, son tantos los que viven que es imposible recordar que grado de vecindad tienes. Así que, por lo general, ni te saludarán.
Luego está el vecino presidente. Ese tocapelotas que ni siquiera conoces porque no has ido a ninguna reunión pero que te escribe de vez en cuando. A ti y a todos: “recordamos a todos los vecinos…”. Vamos a ver. Antes de recordarme lo que quieras, lo primero sería recordar tu cara… vecino.
Pasa lo mismo con el vecino de al lado. De al lado, del de arriba o del de abajo. Con alguno de estos te has visto las caras alguna vez. Solo hace falta recordar cuando te hacían ver que tu mascota ladraba en horas intempestivas. O que te había denunciado, al vecino presidente y al juzgado, por la humedad que tenía en su piso. Ni siquiera querías ver a la vecina, ni tampoco a su hija, cuando la niña venía a venderte cajas de polvorones para sufragar su viaje de fin de curso del colegio. ¡Vaya!, como si fueseis vecinos de toda la vida.
Vecinos son los de tu urbanización. Vecino es ese que se ha colado en la piscina comunitaria celebrando el cumpleaños del niño, e invitando a toda su clase y a la clase vecina. Y, para remate, al objeto de quedar bien con los padres ha organizado un campeonato de pádel, también en la pista comunitaria. A ti que te den, pues solo se ha encargado de ampliar la invitación al vecino presidente.
He regresado a casa después del paseo. Esta vez no he subido en ascensor a casa. He tomado las escaleras y visitado cada uno de los rellanos de las plantas. Se podrán creer que no me he topado con ningún vecino. De verdad, así no hay manera de socializar.