"No son un problema"

21/02/2025
Cuando puedo, me gusta caminar hasta el Casco Antiguo desde nuestra casa en la calle Serenata. Escojo el recorrido que me lleva por el puente colgante de la Barbacana, Puente Cristo del Amor, para adentrarme en el laberinto de calles blancas del centro a través de calle Postigos, calle Atarazanas para encaminarme por calle Lobatas y luego decidir si atajo por el callejón del Santo Cristo o por la calle Príncipe o por calle Chorrón para desembocar en la calle Ancha o en Puente Ronda.  

Hagan conmigo este recorrido mental y si pueden, recórranlo luego en la realidad.

Si observan el detalle, tampoco hace falta mucha astucia ni observación porque cada día es más evidente, muchas de las casas se han transformado en los últimos años en Viviendas Turísticas. Es más, una gran mayoría lo son, relegando a los vecinos y vecinas de toda la vida, a un segundo plano. Al plano de los irreductibles.

¿Cómo se distinguen esas Viviendas Turísticas? Pues porque muchas de ellas tienen una cerradura de lectura magnética para entrar, porque algunas de ellas tienen un candado electrónico, y porque depende de la hora del día se comprueba un trasiego de mujeres de la limpieza con sus enseres, aseándolas, cambiando sábanas, poniéndolas a punto.

Esto fundamentalmente en la calle Lobatas, una de las últimas vías del casco Antiguo que quedaba por poner al servicio del capital turístico después de la asfixia a la que está sometida la calle Ancha en verano, o muy recientemente la plaza del Santo Cristo, por los espacios dedicados a la hostelería.

En verano, el bullicio derramado. En invierno, una brisa heladora de soledad y vacío. Esto es lo que provoca la gentrificación de los espacios públicos, la explotación por el libre mercado de las viviendas. Cuando no hay turistas y has expulsado a los residentes, estos espacios ocupados se muestran ciertamente desolados.

Por no hablar del aumento de los precios de los alquileres desde ese epicentro de la especulación inmobiliaria que permea y se traslada a toda la ciudad, se contamina y se expande, haciendo que sea imposible no ya encontrar una casa a un precio razonable, sino plantearse siquiera el desarrollo de una vida, que se lo pregunten a los y las profesionales que rehúyen Marbella precisamente por eso, médicas y enfermeros, policías, docentes.

Pero la alcaldesa de Marbella (PP) dice que las viviendas turísticas “no son un problema” en la ciudad.

Una de dos, o ella y su entorno no han tenido nunca la necesidad de buscar un piso para vivir, léase esto con toda la ironía, o el interés al que sirve no son sus vecinos y vecinas.
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