"Porque fueron, somos, porque somos, serán"

Me recuerdo en fotografías, pequeño, un niño rubio subido a los hombros de este o de aquel, recorriendo las calles de Barakaldo o de Bilbao, entre el coreo de cánticos y con esa estela vibrante en el cuerpo menudo de saberse en momento importante de la vida.  

En estos días, encastrado en una campaña electoral que parece encontrarse dentro de otra campaña electoral como una matrioska, tengo muy presente en mi memoria las luchas de mi aitite Daniel en aquella fábrica descomunal de la General Eléctrica, las pequeñas victorias conseguidas, los derechos apenas arañados, cada mínima conquista como un triunfo de la colectividad frente a la opresión casi militar de aquellas fuerzas asfixiantes. Cada derecho, una lucha. Cada derecho, una conquista... Con el temor de verse sorprendidos, de verse delatados, y lo que aquello suponía en aquellos tiempos duros de represión franquista.

También siempre presente a mi ama y a mi aita, a mis tíos, sus amigos y amigas, a finales de los setenta, formando parte activa de aquella democracia clandestina que, incipiente, recorría asambleas, reuniones, grupúsculos y en la que se anhelaba la libertad como el germen de una vida mejor, más solidaria, más empática, menos precarizada. Las huelgas, los mítines sotto voce, las manifestaciones… Y las cargas policiales, las pelotas de goma, los gases lacrimógenos. Cada derecho, una lucha. Cada derecho, una conquista.

Nadie nos ha regalado el estado del bienestar, que nos hace una sociedad más justa e igualitaria, donde la oportunidad es común y solidaria para todos y todas. La sanidad pública, la educación pública, la igualdad de género, la democracia participativa, el salario mínimo interprofesional. Alguien antes que nosotros arriesgó, en tiempos muy duros y convulsos, una parte de su vida para que la libertad fuera el garante del estar ciudadano común, una sociedad en la que nadie quedara atrás por su condición social, económica, sexual, de género o de origen, una sociedad en la que no se impusiera la ley de la selva para buscar el crecimiento de todos y de todas con reciprocidad y desde el amor, la empatía y la solidaridad por los demás.

El próximo 23 de julio nos jugamos el mantenimiento de cada derecho conquistado ante una mirada arribista e insolidaria que pretende silenciar el bien común. Esto es lo que hay, lo demás es ruido, fake news, mentiras y oprobio.

El domingo votaré por mí, votaré por mi hija, sin duda, pero también votaré por mi aitite, por mi amama, por mi aita. “Porque fueron, somos, porque somos, serán”.