Vivimos nuestra infancia, nuestra adolescencia, dentro de las dinámicas intrínsecas al dolor. Incorporamos la muerte, el asesinato, al paisaje vital de aquellos años y ahora forman parte del tejido emocional de nuestro presente.
Éramos niños, éramos jóvenes, éramos adolescentes, habituamos nuestra mirada al horizonte del desastre emocional, del silencio según en qué sitios, de la tristeza. Nos hicimos impermeables a las soflamas, a los discursos, a las pintadas. Un corazón pétreo que se acostumbra al desconsuelo porque ha nacido ya en él.
Pese a ese entumecimiento sentimental provocado por el horror de un entorno tantas veces plúmbeo, siempre entendimos que allí había un discurso de heroicidades a voces que nada tenía que ver con la realidad, que la valentía residía en otro lugar, precisamente residía en el otro lugar. Y así algunos dimos tímidos pasos, un tanto inconscientes, y en nuestras pequeñas tribunas comenzamos a decir, a proclamar que nosotros no estábamos allí para enaltecer la muerte, si no para batallar por la vida.
Y así notamos cómo nuestro cuerpo primero, nuestra mente después, daban pasos decididos hacia un lugar en el que el asesinato jamás podría tener justificación ni cabida, en el que su mera existencia nos prostituía como individuos, como comunidad, como sociedad.
Comenzamos a tejer nuestro propio relato de futuro. Un relato que en mi caso pasó por Gesto Por la Paz en Barakaldo, en mi colegio, en mi barrio de San Vicente, en la universidad, en algunos artículos, en algunos programas de televisión, en algunas cartas. Éramos muchos los vascos y las vascas a los que ETA y su entorno nos había arrebatado una parte de nuestra infancia, adolescencia, haciéndonos creer que el horror era el único escenario posible. No era así.
Se cumplen 10 años desde que ETA anunció su disolución definitiva, desde que Euskadi se situó frente a su propio espejo y decidió continuar su apuesta por la vida, su apuesta por la reconstrucción, por la reconciliación, por el perdón, por la memoria, por el futuro, sabiendo que la paz es solo para los valientes.