Si la pandemia ha demostrado algo es, sin duda, la necesidad imperiosa de fortalecer la sanidad pública, esa que es capaz de atender a la ciudadanía por igual, independientemente de su origen, raza o condición social y que, a la postre, ha sido solo el músculo y compromiso de sus profesionales el que ha permitido salir indemnes como sociedad ante el despliegue mortal del Covid 19.
Del mismo modo, dentro de lo público, resulta igualmente imprescindible la defensa, fomento, impulso y protección de la educación pública, única garante del ascensor social, la única que hace tabula rasa entre clases para dotarnos a todos y a todas de una herramienta imprescindible para afrontar la vida desde lo individual y desde lo colectivo, desde la igualdad de oportunidades, el conocimiento.
No olvidaré la lucha contra el oprobio, la masacre, la lacra mortal en al que se traduce la violencia de género, la violencia machista que deja un reguero de muerte a su paso, hiriendo de gravedad a la sociedad con cada nuevo asesinato, con cada nueva denuncia, con cada nueva violación y agresión sexual. Seremos una ciudad de una pobreza moral inmensa, de una bajeza moral inmensa, si no somos capaces de atajar la violencia machista.
Y aparejado se encuentra el feminismo, ese diapasón imprescindible que equilibra a una sociedad compuesta por hombres y mujeres libres que conquistan su posición en el mundo en pie de igualdad, con las mismas responsabilidades y deberes, pero siempre, siempre, con los mismos derechos. No seremos una sociedad completa hasta que podamos gritar que somos una sociedad feminista.
Y el convencimiento en la lucha y protección de nuestro entorno natural, de nuestro mayor patrimonio, dotándonos de manera urgente de las herramientas para atajar la emergencia climática ante una cambio que es tan real a ojos vista que asusta hasta la médula. Y que priorice la vida al ladrillo, la conservación a la especulación.
Quizá, al final estos sean solo mis motivos, mis motivos como ciudadano, para ver crecer a mi hija en una sociedad mejor, sentir que puede luchar más allá, ir más allá, pelear por su sueño desde la igualdad de oportunidades, y que pueda hacerlo tal y como ella es, viniendo de donde viene, y que pueda encarar al futuro con la honestidad de las personas humildes.