Aún abrazo, más de 72 horas después, el sabor íntimo de ese encuentro en el que se unen la infancia, la adolescencia y una madurez de querencias más allá de lo comprensible. Este fin de semana celebraba en Bilbao el 30º Aniversario de nuestro curso en el Colegio Cooperativa El Regato de Barakaldo. Nos contemplan 30 años de entrevistos, de ausencias notables, de reencuentros intensos, de historia común desde los 5 años hasta hoy.
Resulta insondable la sensación de mirarse a la cara unos a otros después de todo este tiempo, de reconocer en el adulto de hoy al niño a la niña de ayer, al adolescente, y comprobar, todos estos años mediante, que es mucho más sólido todo lo que nos une hoy que lo que podría separarnos ayer.
Los roles han cambiado y todos y todas hemos unificado nuestros cariños con el paso de los años. No es la primera experiencia, hemos celebrado ya el 25º aniversario y otros muchos después, pero siempre es como la primera vez, una y otra.
Atribuimos las redes de confianza que se tejen en estos encuentros, pese a estar separados en el tiempo (y un puñado de nosotros también en la distancia), a haber pasado, convivido, juntos una etapa crucial de nuestra vida, esa en la que está todo por hacer, en la que nos fuimos construyendo como personas, evolucionando hacia un atisbo de lo que somos hoy.
Aún con todo, no deja de sorprenderme la fortaleza de estas emociones compartidas y varios días después de la celebración queda todavía en mi interior ese poso de haber vivido algo importante, sencillo, fácil, pero a todas luces, sin duda, importante.
La relación ha trascendido en muchas ocasiones más allá de estos encuentros y ha enraizado en lo cotidiano, en la fortaleza del día a día, en el soporte, el socorro mutuo, el ocio compartido. He asistido, he vivido, he sentido, ese proceso también en mí, y así, Antonia, Daniela y yo, hemos recibido en estos años en Marbella la visita y los abrazos de los “regatians” que nos dábamos con la timidez de los niños, con la intención de los adolescentes, y, ahora, con la conciencia de su valor como adultos.
Me siento un privilegiado por sentirlos tan cerca, porque formen parte de mi vida, porque teniendo un presente tan distinto tengamos un pasado común tan sólido que nos ha llevado hasta aquí, hasta el 30º aniversario del día en el que dejamos la protección del cole para enfrentarnos a otra vida.