“El mejor truco del diablo es hacer creer que no existe” enorme parábola atribuida al no menos enorme Charles Baudelaire y que popularizó la oscarizada película de Bryan Singer “Sospechosos habituales”.
La mejor manera de mantener a una sociedad adocenada, anestesiada, adormecida es hacerla creer que no tiene motivo por el que rebelarse y que si el motivo existe va a ser resuelto en la menor brevedad posible y mientras el motivo se soluciona vayan aquí estos parches, migajas con los que adocenar, anestesiar, adormecer la posible revuelta, rebelión, conato de.
Es un truco antiguo de la política torticera y de los expertos titiriteros.
Que una sociedad se desprenda de esta costra de manipulación silenciosa y poderosamente efectiva resulta un trabajo hercúleo, siempre complicado y repleto de sinsabores - cuando se da un paso hacia adelante se caminan dos hacia atrás - , que despierte al empoderamiento y sea consciente de la fortaleza de tomar sus propias decisiones más aún. Aquí juega un papel fundamental el tejido asociativo, la labor colectiva y mayoritariamente desinteresada de esos grupos de personas implicados en una causa, que poseen ya el impulso de haber dado un paso adelante para cambiar una situación determinada. Si controlas el tejido asociativo, controlas la primera red organizada de ciudadanía.
Conceder subvenciones a dedo, el nombre técnico seria nominales, desempeña un rol sobresaliente en este truco del diablo porque, pensando en sus usuarios y usuarias, al tejido asociativo le resulta muy difícil rechazar un dinero público que le ayuda a desempeñar su labor, y una vez se acepta, el diablo te ha cogido la mano, ya que tan pronto concede a capricho, puede no hacerlo del mismo modo y parece obligada entre el que da y el que recibe la firma de un pacto tácito de no agresión. Es decir, solo con eliminar la concurrencia pública, estos es, el sistema de concesión de subvenciones basadas en proyectos y evaluadas por técnicos municipales, ya has dado un paso hacia el adocenamiento, la anestesia y el adormecimiento de la sociedad. En sus manos.
En Marbella y San Pedro hemos asistido estos últimos días a un nuevo capítulo del mejor truco del diablo, pero afortunadamente excesivamente evidente y nunca tan sutil y certero como el de Baudelaire o el de Bryan Singer.