A por todas

La vida te sitúa una y otra vez ante tus contradicciones. Por un lado deseas ver cómo crece, cómo camina sola, cómo va marcando su propio sendero. Por otro, la abrazarías tan tan tan fuerte que no la dejarías nunca.  

Así Daniela termina esta semana su etapa en educación primaria para transitar, a partir de septiembre, por el mundo de secundaria en un viaje que se prevé intenso. Intenso en su, nuestra, concepción del mundo y sus alrededores.

Podría ponerme pedagógico y racional y hablar de la trascendencia e importancia de esta etapa que se abre, de ese intenso aprehender conocimientos y experiencias, del necesario acompañamiento por parte de las familias, del delicado equilibrio entre protección y libertad. Lo hemos leído y escuchado muchas veces, lo tenemos interiorizado. Pero.

Pero el lado más irracional comprime mi pecho en un puño férreo y según van pasando los días un temor profundo e intenso me atenaza. No lo puedo evitar. Se asemeja más a un brote de llanto que a un infarto cardiaco, he de decir, pero ahí está el puñetero.

Me repito a mí mismo que confío en ella, y es verdad, en sus capacidades, en su personalidad, en su forma de ser resoluta y delicada a un tiempo, sensible y cabezona, firme en sus convicciones y empática, siempre empática. Pero. Un velo de suspiros y de ayes aparece en el momento menos esperado.

Ella está ilusionada, necesita, desea, el cambio. Pero. Estos últimos días cuando nos acercamos al cole se encierra un tanto en sí misma, mira por la ventanilla con la mirada un tanto perdida en el horizonte e intuyo que en su interior se libra también esa batalla entre lo que deja atrás, las certezas, y el camino que tiene delante, las incertidumbres.

Está a punto de dejar un suelo sólido y firme para caminar hacia un puente frágil y voladizo.

Sólo decirte, Daniela, que ¡A por todas, a por todas, a por todas!