El día 27 de diciembre di positivo en Covid. Autodiagnóstico con test de antígenos por saliva en casa después de encontrarme mal durante un par de días. La cosa no ha sido grave ni importante. Algo de fiebre, dolor de cabeza, mal cuerpo y, eso sí, cierta tos persistente.
El mismo 27 de diciembre, entre los vapores y efluvios de la febrícula, me puse en contacto con Salud Responde a través de su app, donde por responsabilidad ciudadana confirmé al sistema mi positivo.
“Su centro de salud se pondrá en contacto con usted dentro de 48 o 72 horas. Pida cita telefónica con su médico de cabecera”. Entro de nuevo en la aplicación y la primera cita que me ofrece el calendario es el 10 de enero, esto es, 14 días después de datar mi positivo. Me confiné en una habitación de mi casa, a sudar y a esperar.
A esperar.
En todo este proceso me he sentido completamente abandonado por el Servicio Andaluz de Salud. Nadie en ningún momento se ha puesto a día de hoy, 12 de enero, en contacto conmigo y solo la responsabilidad individual ha impedido que saliera a la calle a contagiar a más ciudadanos y ciudadanas. Abandonado. No ya sentirme como un número dentro de una estadística, no, sino borrado del mapa, como si no existiera. Antonia dio positivo el 2 de enero. Tampoco nadie se ha puesto en contacto con ella pese a notificarlo a Salud Responde.
En octubre la consejería de Salud de la Junta de Andalucía despidió a 8.000 sanitarios.
8.000 profesionales contratados como refuerzo Covid. Una gran parte de esos profesionales ya se ha trasladado a otras comunidades autónomas ante la demanda de trabajo.
Mientras, en mi realidad más próxima compruebo las colas ante los centros de salud, la demora en las pruebas diagnósticas, la imposibilidad de coger cita con mi médica de cabecera antes de 10 días, la tardanza de las citas con especialistas.
El sistema de sanidad pública, al que la Junta de Andalucía está “dejando en los huesos”, desmontando, ha dejado al aire toda una serie de graves problemas estructurales ante la avalancha que ha supuesto el Covid y única y exclusivamente ha podido mantenerse a flote gracias al compromiso y el trabajo intenso de los profesionales de la sanidad, a su lucha diaria, a su implicación personal. Esta es la realidad. El resto es voluntad política. Voluntad política y presupuesto.