Alpargatas

07/06/2023
En el año 2006 cambié mi vida norteña por esta sureña actual. Era diciembre y en Ojén me recibió el perfume intenso del humo de chimenea, el prodigio de África iluminada al otro lado del Mediterráneo y un invierno que en todo este tiempo nunca, en muy pocas ocasiones, me ha parecido fiero o tenaz.  

Pasaron los meses, llegó el intenso aroma del azahar, la explosión intensamente colorida de las flores en los arriates y el coro combativo de los vencejos más aullando que piando al atardecer.

Y arreció el verano, tan pronto como a finales de mayo, un verano sólido, húmedo, consistente, de cielo rotundamente azul, de atardeceres eternos y baños a la anochecida en La Bajadilla. Y calor. Mucho calor. Así como el invierno nunca me ha parecido fiero, no así el verano intenso y su calor aparejado, verano al que aún no me acostumbro y me convierte en un ser doliente y escurridizo.

Y a esas temperaturas asilvestradas, ¿cómo me enfrento? Más allá de los ventiladores, el gazpacho, la sombra dura, las corrientes de aire y echarse un agua por el cuerpo, estaba la vestimenta. Pantalón corto, camisas de lino, polos abiertos. En fin. ¿Y en los pies?

A la fresca, cuando cae la noche y refresca, salían en Ojén las sombras de sus casas a disfrutar del sol caído. Me fijé en los mayores. Alpargatas. Llevaban alpargatas. Alpargatas de toda la vida. Suela de esparto y tela. Me apropié del refrán e hice lo que vi. Desde entonces mi verano comienza cuando desempolvo las alpargatas. Las tengo rojas, verdes, amarillas, floreadas, de limones y hasta unas muy horteras con anclas y dibujos marinos.

Llega el verano y me las calzo. Casi desde que me mudé a este sur de estíos eternos. La alpargata, una prenda inconcebible como tal en mi norte de origen, con las lluvias repentinas, las nieblas matutinas, el tiempo cambiante y el riesgo de que el esparto engorde y se hinche y evolucione en un ser extraño y distinto, muy distinto al original ante una avalancha repentina de humedad.

Hace unos días me las calcé por primera vez este año, unas rojas. Terciaba abril. Abril. Verano en abril. Nunca en todo este mi tiempo en el sur creo habérmelas puesto tan pronto. Crisis climática. Los veranos que se prolongan, la primavera y el otoño que desaparecen, se acortan. En apenas 15 años sus efectos son una realidad. El futuro de nuestros hijos e hijas en esta tierra del sur cada vez más sedienta, más tormentosa, más desertificada.

Unas alpargatas como síntoma de la emergencia climática. Unas alpargatas. Unas modestas alpargatas.
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