Si la voluntad política apelara a la lógica del bien común y no al tacticismo partidista hubiera sido innecesario que 20 AMPAS de tantos centros educativos de primaria y secundaria de Marbella nos viéramos obligados a unirnos para reivindicar lo que debería ser patrimonio de toda la sociedad: una enseñanza pública de calidad.
Pero la falta de lógica se impone y el choque frontal entre administraciones de distinto color se traduce en omisión de planificación, en ausencia de estrategia global para encarar el futuro, en visión cortoplacista de la realidad, y solo el impulso de fraternidad, solidaridad e interés general de las familias parece ser el motor que provoca que las instituciones muevan ficha.
El vuelco de la situación de precariedad que padece la educación pública en nuestro municipio solo puede venir desde la política, porque todas las decisiones que se toman en relación a la acción o inacción sobre los problemas educativos que nos preocupan son políticas.
Es política la decisión de colmatar los colegios con comida de cáterin, es causa de la falta de impulso político que el año que viene 100 niños y niñas de la ciudad aún no sepan dónde van a comenzar el curso de secundaria y que la opción menos mala parezcan ser, de nuevo, como les sucedió en infantil, barracones. Es política que la inversión en atención a la diversidad, a las necesidades educativas especiales, sea residual y que los centros escolares y las profesionales se vean abocadas a su propia voluntad para mejorar las carencias que sufre este alumnado de cara a la integración. Es política que el suelo destinado a equipamiento educativo parezca no ser nunca una prioridad y que esta falta de intención, entre otras causas, lastre la planificación a largo plazo. Es política que los ratios en secundaria estén al límite, que se sobrepasen, que haya institutos en la ciudad con aulas calientes, grupos de alumnos y alumnas sin aula asignada que van rotando durante toda la jornada escolar, que más de un centro haya tenido que afrontar reformas, achicando o directamente eliminando espacios comunes para sacar aulas de la nada. Es política que dos centros de Marbella aún no tengan comedor, que en un tercero los alumnos tengan que salir de su cole con frío y tronando para poder acceder al suyo. Es política que, tras años mirando al otro lado, ahora se nos quiera insuflar a las AMPAS una inyección de miles de euros en forma de subvención nominal a seis meses escasos de unas elecciones y a una semana escasa de otras. Todo es política, todas las decisiones son políticas.
Por eso el primer paso que ha dado esta agrupación de AMPAS constituida hace apenas dos meses es reunirse con los representantes locales de todos los partidos con representación en la Junta de Andalucía o en el gobierno municipal, porque cuando nada es política, todo lo es.
Este es el primer paso, la primera llamada, la primera acción de un movimiento que nace desde el diagnóstico de un problema común y que entiende que existe una solución común. Una solución que pasa por la cohesión, la firmeza, la movilización, el diálogo, la negociación y la voluntad de 10.000 familias que aspiran “solo” a tener la mejor educación para sus hijos e hijas.
Nos vemos en los colegios. Nos vemos en los institutos. Nos vemos en las calles.