El discurso de la antipolítica, que todo lo fagotiza e iguala, siempre resulta profundamente injusto con todas aquellas personas que tienen como objetivo en el acceso a un cargo público el servicio a la ciudadanía. Y son mayoría. Una inmensa mayoría.
Alcaldes y alcaldesas de municipios pequeños, reductos puros de democracia, en la que cada actuación o ausencia institucional queda reflejada en el día a día de la vida cotidiana, con una entrega de 24 horas al día, siete días a la semana, y donde han de hacerse cargo de las más triviales nimiedades hasta asuntos de envergadura vital para el futuro de sus localidades.
Toma de decisiones desde la proximidad y la cercanía, donde el cara a cara con sus vecinos y vecinas, la expresión de quejas, alabanzas, resentimientos, es en el tú a tú, sin intermediarios. Escrutado cada movimiento con la ferocidad del conocimiento, espetada la opinión acerca de uno u otro asunto con la crudeza de la familiaridad.
En este terreno se mueven la mayoría de concejales y concejalas, muy alejados de las órbitas de poder, de los círculos mediáticos, de los mentideros y mucho más apegados a la obra de la calle, a la organización de los festejos tradicionales, a la pelea por las subvenciones en administraciones superiores, a la gestión de lo cotidiano, a la mejora de su municipio y a la proyección de futuro del mismo.
No hay recompensa económica. La mayoría de todos estos cargos electos no cobran, si lo hacen es una cantidad irrisoria en su comparecencia a los plenos, o a una liberación en los ayuntamientos con más posibles que sobrepasa el Salario Mínimo Interprofesional por los pelos. Esta es la realidad que no hace ruido ni provoca bronca en los medios, donde no se pone el foco.
El discurso de la antipolítica siempre tiene un objetivo, un interés detrás. Socavar los cimientos de la democracia para desviar la atención de la realidad cotidiana, dejar paso a la indignación y después a la soflama para llevar a los votantes a posturas más extremas, más radicalizadas.
El gobierno de lo cotidiano es inmensa mayoría y la defensa del interés público y el servicio a la ciudadanía el interés el motor que mueve a una enorme parte de las personas que mañana accederán a su acta de concejal y concejala. Que no se nos olvide, lo demás es sólo ruido y furia, como diría Faulkner.