Aplausos

Ya no aplaudimos en los balcones a los profesionales de la sanidad, ya no aplaudimos en los balcones a todas aquellas personas que nos atienden de cara al público, ni a los bomberos, ni a la policía. Desde hace un par de días nos aplaudimos a nosotros mismos, a esa necesidad de sentirnos vivos, conectados, de formar parte de una red social que nos define como comunidad. 

Reservamos esa cita, como con un amor urgente de verano, y salimos a las ventanas, balcones y terrazas a mirarnos de tú a tú, a reconocernos, familias confinadas en sus hogares. Veo a esa vecina que sale con un bebé en brazos, aquella que jalea y levanta el puño, a la familia que orquesta coreografías y a los jóvenes que emulando a un dj musican la calle Serenata con el we are the champions de Queen. Las linternas de los móviles encendidas y los consabidos Hola don Pepito, hola don José, hola fondo norte, hola fondo sur. Y también los perfiles, los tímidos, los extrovertidos, los solidarios, los entregados, los graciosos, los seguidistas, los que no salen.

Es el momento de una comunión pagana, social, una comunión cívica, ciudadana que aplaude a la vida ante el estupor de la situación insólita en la que nos vemos inmersos. Que se aplaude a sí misma y no ceja en el empeño de instalarse en el optimismo frente al riesgo, frente a la reclusión forzosa.

Vendrá el tiempo de los abrazos, llegará, pero por ahora, hemos encontrado este sustituto de las ocho de la tarde, abrazarse con tus vecinos y vecinas desde el balcón. Personas con las que apenas si habías cruzado una mirada en la panadería son ahora el sustento de una nueva forma de pertenencia y gestión de los cariños. No sabemos qué pasará después, cuando esto acabe, si seremos capaces de reconocernos en las distancias cortas, en el cara a cara, en el tú a tú. Probablemente no.

Apenas llevamos una semana (y media) de reclusión y la cita con el aplauso parece consustancial a la situación. Se escribirán tratados sociológicos, reflexiones antropológicas sobre ello, alguien redactará una tesis doctoral sobre lo que pensábamos era solo un aplauso y que se ha convertido con el paso de los días en una tabla de salvación contra la reclusión.

*Artículo originalmente escrito para La Firma de SER Marbella Costa del Sol