Aunque su prima hermana, la primaveral, se lleva todos los titulares, loas y palmas, la astenia otoñal también existe y este año quizá agravada por el anómalo comportamiento estival, que se resiste en estos días de octubre a abandonarnos definitivamente y que ha venido acompañado de hasta 10 olas de calor.
Como apunta la Doctora Cuevas desde Infobae “los días se acortan y disminuye la luz solar, desencadenándose un cambio hormonal en el organismo.
La disminución de la luz solar hace que suban los niveles de melatonina, hormona que influye en el ciclo de sueño y vigilia, regula el ciclo circadiano y hace que desciendan los niveles de serotonina, neurotransmisor conocido con el nombre de hormona de la felicidad o placer y el cerebro produce menos dopamina, lo que afecta la función motora”.
Esta situación desencadena una sensación continua de cansancio, debilidad, dificultad para dormir, cambios de humor e irritabilidad.
Pese a que soy un otoñófilo militante y convencido es cierto que desde hace unos días me encuentro falto de energía, el entrenamiento en el gimnasio no me regala endorfinas ni me hace desprender serotonina ni dopamina alguna y el ánimo me empuja a recluirme en casa, al amor del último libro de Stephen King y recurriendo una y otra vez a canciones tristonas de Van Morrison.
Será que comienzo un extraño proceso de hibernación adelantado, o al contrario, que mi cuerpo, mi piel, mi espíritu, anhelan la lluvia y el frío que llevo marcados en mi ADN norteño.
En cualquier caso, los consejos expertos para combatir esta astenia son abrumadoramente lógicos y pasan por hidratarse, mantener una dieta equilibrada, evitar las pantallas antes de acostarse y realizar ejercicio moderado. Nada que no convenga hacer en situaciones de ausencia asténica, por otra parte.
Se pasa, de aplaca, se diluye esta sensación en dos, tres días.
Aquí estoy a la espera.