Calma

2024 nos ha dejado múltiples heridas. Parece que haya prevalecido sin género de duda la máxima que Antonia aplica a cada año bisiesto, augurando con fatalidad atávica que no será bueno. Este 2024, bisiesto, no lo ha sido. 

Y con esta sensación de rotura en parte, de desaliento, de falta de aire por momentos, cualquier nimiedad honrosa que se aparezca en 2025 será recibida como un maná a las emociones deshilachadas que nos deja su predecesor.

Por tanto, este año, no haré un listado de propósitos para incumplir de manera inmediata, sólo recordaré lo que me dijo una empleada de la gasolinera de Cepsa de Marbella cuando le inquirí estos días sobre los regalos de los reyes magos: “Yo sólo quiero que me traigan calma”, me contestó.

Calma. Gran palabra que la RAE define como “Paz, tranquilidad” e incluye los sinónimos de quietud, reposo, sosiego, placidez.

Frente a las perturbaciones que nos trajo 2024, que ahora venga la calma en este 2025 es mi máxima aspiración, una calma porosa que penetre con suavidad en mi cuerpo, en mis emociones, en mi mente y desde ahí poder disfrutar de la vida con sosiego, alejada de sobresaltos y de tensiones.

Calma. Calma. Calma.

En repetir tres veces la palabra se esconde una ilusión de conjuro, la fórmula quizá para invocarla, para que venga y se quede, al menos durante un tiempo. Porque además del sosiego, la calma trae la reflexión, el pensamiento libre, la libertad de decidir con más tiento.

2024 nos ha dejado múltiples heridas. Nos ha surcado el pecho, el corazón, las emociones. Una caída libre de adrenalina desatada. Ya no me hace falta más. Ahora aspiro a la quietud, al reposo, al sosiego, a la placidez, a la paz, a la tranquilidad… Para este 2025 aspiro a la calma.