Soplaba una brisa fresca, reconstituyente, de esas que hacen aletear las viseras de las gorras, que obliga a buscar el suave cobijo de una rebeca, a cruzar los brazos ante el pecho para protegerse, echar mano de un fular… De esas que te permiten cerrar los ojos y, con la cabeza hacia atrás, permitir que el fresco colonice tu piel con el tacto firme y sensible de las primeras veces…
Pero todo fue un deseo frustrado de los otoñófilos, porque la imposición del cambio climático, más allá del consabido veranillo de San Miguel, estamos mediado el mes de octubre y el calor ha regresado con un repunte inusitado, parece una realidad inapelable.
Esta situación lleva aparejada la ausencia de lluvias, o su escasez, lo que provoca la sequedad del aire y del terreno, el agostamiento de los campos, la fractura de la tierra, la amenaza de las restricciones.
La falta de lluvia equivale a sequía. Ayer, la diputada provincial Teresa Sánchez, señalaba en rueda de prensa que “la emergencia que sufre la provincia ante la sequía se está gestionando como si fuese un Covid, algo sobrevenido, pero la realidad es que es más una gripe común, ya que las sequías se producirán cada vez con más frecuencia y serán más duraderas, por ello es necesario trabajar desde la planificación” y añadía que “el problema del agua no solo tiene que ver con la escasez de lluvias, gran responsabilidad la hallamos en los usos inadecuados y la deficiente gestión, que luego se agrava con los efectos del cambio climático, que provoca el avance de la desertificación y la evapotranspiración”. La sequía es un problema coyuntural con una base estructural que debe solucionarse.
Solo hace falta darse una vuelta por Sierra Blanca y sus múltiples senderos, por el Parque de Nagüeles, por nuestros bosques urbanos y nuestros anillos verdes para tomar conciencia de la situación real de escasez de agua, de las consecuencias de las altas temperaturas prolongadas en el tiempo.
El primer paso para defender una idea es conocerla, conocer su realidad, su identidad, sus particularidades. En el caso del medio ambiente ocurre exactamente igual, hay que conocer el entorno para amarlo y amarlo para defenderlo. De lo contrario, el futuro que dejaremos en herencia a las próximas generaciones será devastador.