Civismo y paradas de autobús

30/07/2019
Civismo.
Del fr. civisme, y este del lat. civis 'ciudadano' y el fr. -isme '-ismo'.
1. m. Celo por las instituciones e intereses de la patria.
2. m. Comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública.

La calidad de vida de una ciudad también habría de medirse por el nivel de civismo de su ciudadanía, que marca el comportamiento de los unos con los otros, el respeto por los espacios y equipamientos públicos y las querencias por lo común, que es de todos y de todas.

El civismo es una garantía de urbanidad, una herramienta empática que nos permite una convivencia digna en los entornos más populosos, que dignifica lo corriente para darle rango de ley no escrita y que armoniza los comportamientos.

Dicho todo esto, ahora cabría incluir en este artículo una lista de improperios e indignidades, diatribas, para con aquellos y aquellas que se saltan el civismo por el arco del triunfo, por la bisectriz y que hacen del espacio público su corralito, cometiendo contra aquello de todos tropelías que jamás osaría nadie hiciera en el salón de su casa.

Pero solo hablaré de una, que está fuera de mi comprensión y que tiene que ver también con la gestión de esos espacios que se hace desde las instituciones municipales: las paradas de autobús.

Permanentemente ocupadas por vehículos particulares, las paradas de autobús deberían dejarse de pintar de amarillo y pasarse a pintar de azul o de verde y que se gestionaran con el servicio de la ORA, así se terminaría de manera inmediata el problema de su ocupación constante.

Con el pretexto de los “son cinco minutos” hay determinadas paradas en las que los autobuses solo pueden estacionar una de cada siete veces, con lo que ello conlleva. Esto es, el acceso de las personas con movilidad reducida, carritos de la compra, carritos de bebés, por supuesto sillas de rueda, bastones y muletas. Sortear coches para alcanzar la puerta del autobús no es la mejor opción para llegar ileso a casa.

Los usuarios y usuarios del transporte público se ven obligados a eludir espacios entre coches con el fin de poder acceder al mismo. Estos estacionamientos ilegales restan visibilidad a los conductores del transporte público y, de manera evidente, ocupan de manera artificial parte de los carriles de tránsito, con lo que se provocan atascos innecesarios, embotellamientos, que acrecientan el índice de irritabilidad de la ciudad, etc.

Lo peor es la naturalidad con la que se asumen determinados comportamientos incívicos, su socialización como un mal menor, “esto es lo que hay” y se dirime la responsabilidad ciudadana hacia la ley, la justicia y la policía local, que multa las menos de las veces estos comportamientos y de manera completamente arbitraria, unas veces sí y unas veces no, sin que la ciudadanía tenga la sensación prácticamente nunca de que está incumpliendo una norma básica de comportamiento.

¿Ejemplos? Uno de los más habituales, la parada de autobús de la calle Serenata frente al Mercadona de la Plaza de Toros… Que levante la mano el ciudadano que haya visto despejado ese punto fuera del horario comercial del supermercado. O la de la calle Jacinto Benavente con Correos y Hacienda esperando pertinentes gestiones que “solo van a ser 5 minutos”.

Resulta sencillo culpar a la policía local de inoperancia, señalar con el dedo al concejal del ramo, que comparten responsabilidad, pero resulta más urgente y necesario que seamos la ciudadanía los que analicemos las consecuencias que acarrean para terceros nuestros comportamientos incívicos, porque es ahí donde radica la esencia de la solución. Todo lo demás serán parches y, mientras tanto, los vehículos particulares continuarán ocupando las paradas de autobús “solo cinco minutos”.

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