Quizá es que habíamos puesto demasiadas expectativas en 2021 y su inicio, vapuleado sin decoro, nos deja otra vez sin aliento, al borde del colapso mental y con la ironía y el cinismo campando a sus anchas por las superficies nevadas de nuestras montañas próximas, colapsando los medios informativos.
Dentro de las cuestiones que han arrasado los primeros pasos de este nuevo año, hay una que los guionistas de la vida podrían haber escrito casi al dedillo. El aumento de las tasas de incidencia COVID en los municipios malagueños. El mapa es desolador, teñido de rojo por la situación grave de tantas localidades. Las alarmantes previsiones se han ceñido a la realidad con una evidencia pasmosa. Hay localidades que han pasado de una bajísima ratio de contagios por COVID a una situación muy preocupante en apenas diez días, aquellos que se remontan a las celebraciones de las fiestas navideñas.
Celebraciones que han ido más allá de lo familiar y que han trascendido a lo laboral, a lo amical. Solo hacía falta darse una vuelta por nuestras ciudades y pueblos para comprobar que, de tapadillo, algunos encuentros y festejos han continuado como si tal. Luego están los casos estruendosos, siempre mediáticos, que ponen a Marbella en la picota comunicativa para ejecutar sobre esta ciudad juicio sumarísimo. La queja de los marbelleros y marbelleras es lícita, “siempre sacan lo malo”, pero las aberraciones también son una realidad en este municipio que debe a su fama tanto a lo mejor como a lo peor.
2021 ha comenzado sin titubeos, marcando paso firme sobre la actualidad internacional con el asalto al Capitolio en Estados Unidos, el avance mundial de la tercera ola del COVID; en la actualidad nacional con la tormenta Filomena capaz de colapsar la vida; en la autonómica con las nuevas medidas antipandemia; y en la local “se presentarán a nuestra vista cosas tan viejas que nos parecerán nuevas”, que decía Víctor Hugo, como la incidencia de los temporales en nuestras playas.
Cuando escribía los propósitos para este año que entraba, ya he incumplido al menos dos, decidí aferrarme a lo cotidiano como fuente única de esperanza, aquello que en mayor o menor medida podemos domeñar, aquello que controlamos y sobre lo que podemos tomar decisiones aún siendo conocedores de que siempre existe una fuerza externa que puede dirigir tus pasos férreamente hacia un lugar u otro.
Pero nada va a impedir que me haya propuesto querer mejor a Antonia y a Daniela, cuidar de mi padre y de mi madre con más ahínco, reconectar con ciertas amistades de las que este 2020 me ha obligado a alejarme, a mantener las que también en este 2020 he recuperado del pasado. Todo eso está en mi mano, al alcance mínimo de mi voluntad y de mis querencias. No deseo, al final, mucho más que eso.
Así que, en cualquier caso, bienvenido 2021, que comienzas tu andadura con paso firme, marcando tu territorio con aspereza y brutalidad. Solo esperamos que ese carácter, al parecer indómito, también lo sea para la consecución de todo lo mejor.