Covid

Quizá hayamos vitoreado con excesiva ligereza nuestra victoria frente al Covid, o solamente era la necesidad de hacerlo, de vencer la pandemia lo que nos ha llevado a apresurar el canto ligero del triunfo. Quizá ha sido el hastío, el cansancio, o una forma de conjurar los miedos. Quizá.

Pero es cierto que hemos relajado nuestras medidas de protección como si el virus no hubiera existido, relajado hasta la extenuación nuestros comportamientos sociales, y utilizo la primera persona del plural porque yo también me incluyo. Pero la realidad pandémica es tozuda y persistente y resistente. Y esta misma semana se registraba un fallecido más por covid en nuestra ciudad, el primero en los últimos quince días.

No se puede aseverar que el uso de la mascarilla sea ya testimonial o residual, pero es cierto que el empeño gregario, la imposición social, ha rebajado sus exigencias. Parece que únicamente los más pequeños sean conscientes aún de su importancia, quizá la imposición de su uso en los centros escolares tenga mucho que ver es su actitud, pero ahí están, responsabilizándose por los demás.

El frío pandémico llega desde Austria. Hablaba con un conocido el otro día sobre la primera ola y cómo los ecos de la pandemia llegaron desde allende nuestras fronteras para instalarse más tarde entre nosotros. Dudo que hayamos aprendido la lección. Las cosas parecen estar poniéndose oscuras en Centroeuropa y aunque los índiceS de vacunación alcanzados en nuestra ciudad, en España, son altísimos todavía queda un resquicio abierto, como una herida aún viva, por la que el virus pueda colarse.

La tasa de incidencia en Marbella subió diez puntos tras este fin de semana, con una cifra de 134 casos por 100.000 habitantes en 14 días.

Más allá del miedo, del hastío, del cansancio o de la necesidad de conjurar la vida, debemos seguir siendo aún muy cautos, precavidos, solidarios y responsables, de lo contrario el Covid podría acudir a nuestro llamado como un fantasma.